Siempre ha habido censores. O no siempre: me huelo que los
censores
brotaron cuando las sociedades humanas empezaron a (des)organizarse
jerárquicamente, fue entonces, por cierto, cuando también se fabricaron
los
primeros ascensores (y descensores) sociales. Y en esas estamos
todavía, y el
humor gráfico, como cualquier otro arte, navega en esa fina
ola que separa lo
socialmente admitido y lo que ni está tan regulado ni
tan aceptado. Cierto es
que la mayoría del humor gráfico que se hace hoy
día, como la mayoría de la
creación artística, no se la juega en esos
surfeos, porque son arriesgados, lo
habitual es acomodarse en fórmulas
conocidas y en zonas de confort una y mil
veces recorridas. Y no
desplegaré ahora argumentos bien reflexionados y bien
contundentes
en contra de esa opción, cada quien decide por donde lleva su vida
y su
arte, pero con la viñeta de hoy lo que defiendo y lo que reivindico es
el
arte comprometido con la sociedad donde vive, donde dibuja, donde
escribe o
donde respira. Tampoco haré apología ahora del arte social,
o arte denuncia, o
arte despierto o como queráis llamarlo. No, no lo haré.
Porque ya me cansé. No
es que me haya cansado de hacer ese arte, de lo
que me he cansado es de
intentar convencer a nadie de hacerlo, tengo
ojos para ver que la mayoría está
por otra labor, una labor equivocada
y cobarde y conformista desde mi punto de
vista, pero muy en
consonancia con la corriente de pensamiento actual, tan (por
decirlo
muy suavemente) fofo y aburrido. Me encontraréis donde siempre he
estado, en esa fina ola que separa la ficción de la realidad, haciendo
humor
blanco de lo más ingenuo y surreal y haciendo también humor
profundo de lo más irónico
e hiperreal, un viaje quizá incoherente y
desde luego muy poco comercial, pero
es mi manera de buscar el
equilibrio en una sociedad que me decepciona más allá
de mis límites.
Y diría más, pero ya lo dijo Ana María Matute mejor que nadie,
así que
con sus palabras os dejo: “El mundo hay que fabricárselo uno mismo,
hay
que crear peldaños que te suban, que te saquen del pozo. Hay
que inventar la
vida, porque acaba siendo verdad”.