"La radical oposición a la energía nuclear, base de todo lo que hoy
consideramos ecológico, también se basa en que ya hace mucho, medio
siglo, la desenmascaramos como mentirosa que es. Ni es barata, ni es
segura, ni es necesaria. No libera CO2 pero sí los máximos de peligrosidad.
No solo por la soberana injusticia que supone dejarle a las próximas
300/400 generaciones un problema que no tiene solución alguna, sino
también porque son la materia prima de lo más mortífero, como
armamento, que existe. Es más, mientras haya terremotos, tsunamis
o dictadores no debería ser posible una sola central nuclear más y
sí clausurar todas las que funcionan todavía. En definitiva
poco, o nada, menos verde que una nuclear".
Joaquín Araujo
(fragmento de su artículo "El verde, la verdad
más grande, convertida en mentira")