En el centro de la estancia, una escuálida bombilla apenas
ilumina
un contrabajo herido. Altivo, todavía se mantiene en pie, ajeno al
silencio que se muere de frío agarrado a las paredes vacías. A lo lejos,
una
rendija fina y blanca chirría y se hace puerta, y los ecos de cristal
de un
piano perdido entran sin pedir permiso. Llegan a tiempo
para fundirse con la
última queja de él.
>> YEHA-NOHA <<