Después de la conversación con Ana, el hombre de la faja negra
se fue al bar del pueblo y se tomó un vino con su primo Gayetano.
No
estuvo mucho tiempo, tenía que ir al campo a trabajar, y de camino
al huerto
intentó pensar. Le costó hacerlo. Siempre le había costado,
notaba algo así
como pedruscos enormes que le comprimían el cerebro,
quizá eran prejuicios, o
la falta de costumbre. Pero hacía el esfuerzo y
trataba de comprender qué le
pasaba al pueblo, la gente no era como él,
heterosexual a jornada completa, siempre
atento a que la próxima moza
que viera se convirtiera por fin en su moza
heterosexual soñada. No, las
mujeres suspiraban por los encantos de sus vecinas,
y con los hombres
no se podía hablar de tías, ellos solo tenían ojos y ojetes
para los tíos.
Cogió la azada y se puso al tajo, tenía buena espalda y brazos
fuertes y
la tierra se le abría sin dificultad. Y a cada golpe una lágrima,
finas
lágrimas caían de su cara robusta sobre los terrones oscuros. Llevaba
sembrando así desde jovencito, desde que su padre emigró a la ciudad
para protagonizar
películas porno para gais, lágrimas como semillas,
semillas como lágrimas,
desde que su madre se fue a Londres a vivir
a tope su historia de amor con la
hija secreta de Margaret Thatcher.
Aquella mañana tenía lágrimas para llenar de
semillas todo el desierto
del Sáhara, y cuando llegó a la roca de siempre, a la
gran piedra que
estaba allí desde hacía generaciones, no hizo lo de siempre, no
la rodeó.
Se subió y le dio el golpe más terrible que nunca imaginó que podía dar.
Y la partió, partió la piedra, se abrió como un melón y sintió que lo podía
todo, de un golpe supo que la rabia contenida que acunaba desde niño
había
encontrado salida, y se había ido. Y volvió al pueblo, y buscó a
Lesbiana, y a
Ana, y a Gayetano y a Florecito y a Muchachorra y a todos
y a todas y también a
todes y repartió y recibió abrazos y les lloró y
le lloraron también a él. Luego,
quizá un minuto después o un año o
quizá más, encontró a su moza heterosexual
soñada. Y colorín
colorado, este cuento ya se ha sembrado.