dimarts, 24 de març del 2020













Eres la mujer más fuerte de las montañas, aquellas montañas limpias de Rumanía 
que esta noche están todas contigo. Eras muy pequeña cuando viniste a vivir aquí, 
a esta ciudad extraña con tu familia. Tu DNI dice que eres española, no dice que 
eres empleada del hogar sin contrato, y esta tarde un coche de policía nacional 
ha frenado tu vuelta a casa ¿Dónde va? A casa, vengo de ayudar a mi madre con 
la comida, está flojita de ánimo y… Podrías haber dicho la verdad, pero tendrías 
que dar demasiadas explicaciones y perderías tu trabajo, y tratas de que la 
mentira cuele plantada a dos metros de la portezuela medio abierta, con el 
corazón desbocado intentas que tus ojos no delaten lo asustada que estás. Sabes 
que con esa gente no has de hacer mala cara, es mejor dialogar, mantenerte firme 
con moderación y voz tranquila, tienen pistolas y uniforme, y tu nombre y apellidos 
te ponen en más desventaja todavía. Y sostienes tu calma mientras aguantas 
la humillante reprimenda: Yo también tengo madre, señora, y también es mayor, 
pero no voy a su casa para ponerla en peligro, como hace usted, es una 
grave irresponsabilidad, te alecciona la agente, su compañero sale del coche, 
parece que se va a plantar a tu lado pero no, detiene a otro viandante que dice 
que viene del médico, enseña unos papeles y sigue su camino. La policía que tiene 
tu DNI recibe el OK de la central, no tienes antecedentes, pero te informa de que 
hay que abrir un expediente sancionador y comienza a apuntar cosas. De vez 
en cuando te pregunta algo y tú respondes, y el policía que había salido del coche 
y que ahora está a tu izquierda te dice que el expediente irá a delegación 
de gobierno, ahí decidirán si hay sanción económica o no. Te despides, ya con 
tu DNI en la cartera y preguntándote cómo lo harás al día siguiente, y aceleras 
el paso porque tu calma tiembla y echarías a correr por estas calles nubladas 
y vacías. Te sientes miserable por haber mentido, indefensa y sospechosa, 
pero tú no tienes la culpa de toda esa locura, y te dejas mojar por la lluvia 
que de pronto rompe el silencio y sabes que, a pesar de todo, vas a conseguirlo. 
Esta noche reorganizarás tu pensamiento, hablarás con tu familia y tu mejor 
amiga, y encontraréis una solución. No, no te dejarás arrastrar por la angustia. 

Te querrás y recordarás a la niña insumisa que repartía semillas de alegría cuando 
en casa todos estaban serios y preocupados, la niña que leía hasta que no podía 
más de sueño y que dormía feliz, la niña que late en la mujer que eres, y te 
hace compañía esta noche, y te acuna en el cobijo de tus montañas. 
El niño que late en mí está de acuerdo contigo: son las 
montañas más maravillosas y libres del universo. 







X.S.