EL TREN
Durante 2 segundos y 2 décimas su corazón cae al vacío. Sentada en los primeros
asientos del tren, de espaldas al maquinista que grita, oye un golpe y todo su cuerpo
se recoge en
el frenazo. Solo tiene tiempo para agarrar el apoyabrazos con la mano
derecha y
encontrar con su mano izquierda el calor de la madre. Y espera lo peor:
que el
pasado y el futuro se aplasten aquí en este vagón de cercanías.
Pero antes de que terminen los 2 segundos y 2 décimas ella aún tiene tiempo
de saber que no
quiere irse, y que si sale de aquí se atreverá a hacerlo.
Y el reloj vuelve al goteo habitual de segundos. El tren detenido y el maquinista
informa de un
arrollamiento. Puede buscar y encontrar en los ojos de la madre
la calma
necesaria para hablar y escuchar. Hay tiempo de sobra para que llegue
la
Guardia Civil, el cambio de tren, la certeza de que hoy alguien ha culminado
la
decisión del suicidio. Ellas están a salvo, volverán a viajar juntas.
Y sabrán decirse, algún día, todo eso de lo que nunca hablan... O por lo menos
en eso confía ella
esta noche, a punto de enviar una carta de amor. A su padre.
Al que no perdonó, al que se fue. Papá te equivocaste, me abandonaste, lo hiciste
completamente al
revés... pero te comprendo. No hay que rendirse así como lo hiciste tú,
¿qué
pasó con mis ojos huérfanos?, me dejaste ardiendo en un laberinto de lágrimas...
Pero ya lo sé, papá, ya sé que si pudieras pararías el reloj y me abrazarías
para siempre...
No, nadie se ocupó de ti aquel día, nadie se acordó de cómo se
siente un hombre cuando
le roban la vida, el desahucio, el puto desahucio, no
supiste verte en la calle con nosotras,
mamá callada encerrada en sus manos
vacías, yo enfadada contigo porque
mi habitación era mía y tú me la arrancabas
sin mirarme...
Ella mira las estrellas que taladran el techo y aleja de sus oídos el sonido
del tren cuando
golpea así. Y durante 2 segundos y 2 décimas llora la carta.
Luego se quedará
dormida y más allá del techo alguien
responderá, y le abrazará los sueños.
Esos sueños que
ella no va a dejar morir.
(el relato ya lo publiqué aquí hace año y medio, hoy le he dado solo algunos retoques)