dilluns, 16 de novembre del 2020





 




Ve y dile a mi sobrino (la semana pasada cumplió 5 años) que no se abrace 
con sus compis esta mañana cuando vuelve a la escuela, después de estar 
confinado más de 3 semanas. Dile a sus compis que no se alegren tanto como 
para buscarle así, como lo hacen. Díselo, diles que no se abracen. 

E intenta quitarnos lo que alimenta nuestras ganas de vivir; llena los 
informativos de cifras, solo unas, las de una sola pandemia, y margina, 
como siempre, las cifras de muertas por violencia de género, y por 
contaminación, y por racismo, y por homofobia, y borra de las portadas 
a las muertas por pobreza, que no son pocas y también son cifras 
de personas, como tú y como yo. Sigue silenciando el sufrimiento 
en las pateras, en los CIEs, en los campos de refugiadas, y 
recita de nuevo, como cada día, las cifras de la bolsa 
(esa inmunda fábrica de explotación). 

Dile a mi sobrino que debe acostumbrarse a vivir en un estado así, 
de alarma o policial, de miedo o de encerrona, y no le cuentes todo 
ese dinero que tus amiguis (esos que mandan) (y nos mandan, 
directamente, a la mierda) no invirtieron en sanidad, en educación, 
en investigación médica y científica, en recursos que hubieran 
aliviado (mucho) y prevenido (muchísimo) la expansión 
del virus más mediático de la historia.

Dile a mi sobrino que no piense, que no sienta, que sumerja su 
conciencia en el sinsentido que programáis cada día en vuestras cadenas 
de televisión, en vuestras redes asociales y en vuestros servicios (muy 
viciados) de presunta inteligencia. Dile a la gente lo que sueles decirle 
así, de ese modo a veces sutil y a veces brutal, dile que se contagie 
un poquito más de la gran distancia antisocial, que se distancie 
todavía más de lo mejor de sí misma, que plante un muro ante 
las personas que no conoce (y también ante las que conoce).

Dile, si quieres, lo que te conviene decir, aunque ya no te lo creas.

Yo a quien me quiera escuchar le digo, sencillamente, que me 
alegran esos abrazos en la puerta de un colegio. O en la puerta de 
una cárcel. O en la puerta de una granja. O en un portal cualquiera, 
una noche cualquiera, en una ciudad sin nombre.