dimecres, 22 de juliol del 2020

















—¿Tú que piensas del rebaño, Cactus? 

—Que está muy sucio, Ximo.

—¿Cómo que está muy sucio?

—¡Claro! ¡Si necesitan darse dos baños, es que están muy sucios!

—Venga, Cactus, que hablo en serio.

—Yo tampoco, Ximo.

—¿Pero tú no crees que al rebaño le da igual dónde lo llevan? Si le dicen blanco, 
van al blanco, si le dicen negro, van al negro, si le dicen que

—Si tú me dices ven…

—Jo… ¿ahora te apetece cantar? A ver, ¿cómo era la 
canción, Cactus? Si tú me dices ven…

—Yo me voy, Ximo.

—¿Adónde?

—Al abserdo.

—El absurdo, querrás decir. ¿Y que hay allá, en el absurdo?

—El absardo está lleno de gente que no oye.

—¿No oye, la gente del absurdo?

—¡No, Ximo! ¡El absordo es así! ¡Sordo! ¡No oye bien! ¡Es que hay que 
explicártelo todo! ¿Tú no fuiste a la escuela, el día que explicaban estas cosas?

—Ay ay ay… Cuánta paciencia hay que tener… Por cierto, Cactus, ¿tú no te ibas?

—Sí, Ximo.

—Pues vete.

—Olvida mi nombre, mi cara, mi casa, ¡y pega la vuelta!

—Jamás te pude comprender.

—Vete, olvida mis ojos, mis púas, mis pinchos, que no te desean.

—Estás mintiendo, ya lo sé.

—Pues sí, estoy mintiendo, Ximo.

—Venga, dile a la gente adiós.

—Yo no quiero decir a dios, soy ateo.

—Pues di lo que quieras, Cactus.

—Hasta luego, besitos para todas y todos los absirdos del pluriverso.

—Y pídele perdón a Pimpinela por haber usado así su canción.

—Pendón, Pimpimienta.

—Ay ay ay… Pues esto es todo por hoy.

—¡Sí! ¡Otro día… más tonterías!