El sindicato de
enfermería SATSE denuncia el cierre de 7.000 camas hospitalarias
este verano en
todo el Estado español: “No creemos que se deban cerrar camas.
Es más, deben
permanecer abiertas”. “La pandemia ha disparado las listas de espera
y se debe
aprovechar que hay pequeños brotes para quitarlas”.
Los últimos días se
están sucediendo las protestas de personal sanitario, y más que
habrá, pues no
estamos viendo que el sistema cambie, ni que se pongan en marcha
las
estructuras necesarias para afrontar no solo una posible nueva pandemia o
cualquier otra emergencia, también los muchos otros problemas de salud que
hay
que atender. Tampoco es una sorpresa, ¿verdad?, que las cumbres del poder
sigan
a lo suyo, ni que buena parte de la población siga con la conciencia en “stand
by”, pero no es buena táctica mirar hacia arriba a ver si por casualidad llueve
solidaridad, justicia, igualdad, fraternidad, porque de normal lo que suele
pasar
es que llueve sobre mojado, y lo que llueve no es agua clara y limpia.
Esperando
no es como han conseguido las sociedades humanas evolucionar a mejor.
Ya lo
decíamos hace años, aquello de “Que no, que no nos representan”, y no,
no
lo hacían entonces y tampoco lo hacen ahora, ni lo harán nunca,
porque la
democracia representativa tiene eso, que no es directa,
que quienes nos
prometían que lo iban a cambiar todo no cambian más que
pequeños detalles, y se
apoltronan en su sillón de mandar, o en su santa ambición
política y de estatus
social. Santa ambición, que no sana. Porque esta sociedad no
está sana, y si
hay que empezar por algún lado a curarla, la sanidad pública es
un buen lugar.
Un lugar como otro cualquiera. Y este es un buen momento.
Un momento como otro
cualquiera. Porque cualquier momento
es bueno para crecer como sociedad, como
personas.
¿O es que lo único
que podemos hacer las personas es cumplir las normas que
nos vienen desde
arriba? ¿Solo podemos obedecer sin rechistar? ¿Y esperar a que, otra
vez, el señorísimo presidente o la excelentísima autoridad de turno nos diga qué
vez, el señorísimo presidente o la excelentísima autoridad de turno nos diga qué
debemos hacer? Más nos vale no
limitarnos hasta ese punto,
porque nos va la dignidad, y la vida, en ello.