—Cactus, ¿te puedo
hacer una pregunta?
—¡Pus claro que sí!
—Bien, si el
pustureo es un gran granito llenito de… de eso, entonces… ¿Qué es el postureo?
—¡El postureo es el
espejito llenito de pus, Ximo!
—¡Jo! ¿Y es
necesario que seas tan fino y elegante cuando hablas, Cactus?
—¡Es inevitable!
¡Todo yo soy finura y elegancia!
—Cactus, ¿tú no
pillas las ironías?
—¿Yo? ¡No! ¿Tú sí lo
haces, Ximo? ¿Tú cepillas las ironías?
—No, yo no cepillo
las ironías. ¡Yo les paso el peine! ¡Ja ja ja ja! (a ver si se entera este
Cactus de que yo también soy muy gracioso)
—¡Uy! ¿Tú les pasas
el pene a las ironías, Ximo?
—¡Cactus! ¿Qué
dices?
—¡No te avergüences,
Ximo! Yo tenía una amiga que las ironías se las pasaba por el clítoris! ¡Y eso
le alegraba el día!
—Cactus, mejor cambiamos
de tema.
—¿Por qué?
—Porque es hora de
decirle algo al público.
—¿Al vello púbico?
—Al bello público,
Cactus. ¿No te acuerdas que le pregunté a la gente si quería volver a verte?
—No, yo no me
acordono, no.
—Bah, déjate de
tonterías, Cactus, que ya lo sabes, que te echaban de menos, que llegaron
muchos
mensajes y comentarios por Facebook, Instagram, Twitter…
mensajes y comentarios por Facebook, Instagram, Twitter…
—Tampoco llegaron
tantos…
—¡Reconócelo,
Cactus, no te hagas el modesto! ¡Tú eras un poco famoso, hace años!
—Sí, yo era un poco
fimoso, y, claro…
—Fimoso, dice…
—Sí, fimoso y
mimoso, y, claro…
—Venga, agradece al
público sus muestras de cariño.
—¡Gracias!
—¿Y no vas a decir
nada más, Cactus?
—¡No!
—Entonces… ¿Cerramos
así este post, sin más?
—¡No!
—Entonces, ¿cómo lo
cerramos?
—¡Pus no lo sé!
—Ay ay ay… Cuánto
costará de criar, este cactus…
—Ay ay ay… Cuánto
costaré de criar…