Las situaciones
absurdas y contradictorias han existido siempre y en abundancia,
pero los
últimos meses la cosa se ha desmelenado. Hemos visto a través de la tele
o de
los móviles (y también en nuestra propia realidad cotidiana) cómo el
esperpento
se enseñoreaba de los rincones más impasibles; y muchas veces,
ante según qué
despropósitos (propios o ajenos) no hemos sabido si echarnos a
reír en plan
desvergonzado y libertario o lanzarnos a la autopista del lloro sin peaje
ni
límite de velocidad. Anécdotas hay muchas, y muchas habrán de quedar en
secreto
hasta que el secreto se canse de su propia soledad, yo solo quiero
hacer mención
aquí de un pequeño detalle, diría lapsus, de alguien que
en una entrevista dijo
que es importante, en la nueva normalidad de hospitales
y centros de salud,
distinguir entre pacientes de coronavirus y pacientes sanos.
Sí. Pacientes
sanos. Tal cual. No era un programa de humor, y quien lo dijo era
alguien que
trabaja en la sanidad. Un lapsus. Una confusión. Un frenesí. Como
tantos, ya
digo, que tenemos y que tendremos. Pero creo que no es saludable
focalizar toda
nuestra atención durante mucho tiempo en un solo punto, como
han hecho (y
todavía hacen) los medios de comunicación con la pan y la demia.
Que es
importante el tema: no lo dudo. Que hay muchos otros asuntos importantes:
no lo
dudo tampoco, por ejemplo darle a la sanidad pública más recursos y más alegrías
económicas y toda la dignidad que se merece, y dejarnos ya de campañas muy
heroicas,
muy épicas y muy poco éticas. Pienso que la tendencia paranoica
de la sociedad
donde vivimos se ha desbocado y ha llegado a puntos
muy extremos y, también,
muy ridículos.
En fin, ahora ya
sabemos que hay pacientes enfermos y pacientes sanos.
Sí: si tiene usted un
cáncer instalado en su vida, usted no ha de preocuparse:
está usted sano, pase
a la sección de, pongamos por caso, lavacoches, y allí
le atenderán cuando el
estado de alarma lo permita. Y terminaré esta reflexión
con un mensaje de comprensión
y solidaridad para el rey, la reina, el presidente
y esa élite que tuvo que
pasar el confinamiento en palacios, chalets y lugares
así. Debe ser duro tener
la cara tan dura. Y el corazón tan de
cartón piedra. Un saludito, corazones.
(la viñeta es "remake" de una que hice hace una década más o menos)