Las células cancerígenas no son aliens que llegan de fuera y
se dedican
a destruirnos. Sí, se dedican a destruirnos pero son células
nuestras que,
por unas causas o por otras, a partir de un determinado momento
mutan y siguen solo la ruta de su propia juerga, sin tener ya
en cuenta el bien
de nuestro organismo.
Así también en las sociedades humanas, surgen bichos que
no
miran por el conjunto de la sociedad, hacen para sí solamente,
para su propio
gusto (o para su propio disgusto, que de todo hay),
bicharracos que consideran
lícito apropiarse de cuanto más mejor, miles
y millones para el engorde de su
ego trastornado, sin importar lo que eso
supone para el resto de la comunidad.
Grandes ejecutivos de bancos o de
corporaciones que amasan fortunas, grandes
estrellas del deporte o del
espectáculo o del comercio acumulando bienes que
generan (aunque
no lo reconozcan ni ellos ni sus fans) males y miserias a su
alrededor.
Así con las compañías eléctricas, también. Controladas por
células cancerígenas acaban convertidas en
grandes compañías cancerígenas.
Y no hay quimioterapia ni radioterapia ni medicamento
ninguno
contra esos patógenos, cómo lo va a haber, si la propia industria del
medicamento está empecinada en el enriquecimiento de unos
pocos, a costa del
sufrimiento de unos muchos.
Y podemos creernos la mentira: que el mundo es así y así
seguirá,
que es legítimo acumular tanto poder y riqueza en unas pocas garras,
que ese es el orden de las cosas… No, no es el orden, ni natural ni
artificial,
eso es el desorden, es la enfermedad. Lo que nos venden
noche y día en los
grandes altares mediáticos no es el sistema: es el
antisistema, es la
antihumanidad, es la antisociedad que nos corroe.
Y habrá, seguro, quien dirá que somos la gente que pensamos
así la
peligrosa, que nosotras somos el patógeno, el ente infeccioso, el
cáncer,
por decir o cantar o dibujar cosas raras. Ya ves tú: una vela que
habla.
Pero ya lo decía el proverbio aquel: “Es mejor encender una vela que
maldecir la oscuridad”. Y en esas estamos, intentando que no
nos contagie la
enfermiza oscuridad establecida.
Ah, otro día contaré cosas así en plan graciosas y tal, pero
hoy me conformo con eso, con encender una vela y
hablar con ella. Hasta luego.