Hay por ahí mucho animal (presuntamente racional) campando a sus anchoas.
Y no diré nada más sobre esos individuos que campan a sus anchoas,
porque no quiero ponerme de mal humor. También podría hablar
de la gente que campa a sus berberechos, pero no quiero
ponerme de mal amor, así que terminaré este
brevísimo ensayo sobre el bientrato animal
ahuyentando a las malas pulgas
con un gruñido liberador y
lanzando al viento un guau agradecido dedicado
a los buenos animales que todavía, afortunadamente,
campan a mis alrededores. Hasta luego, animalotes y animalotas.
(versión nueva de una viñeta que hice hace una década)