Hay personajes que
nunca cambian y, si pudieran viajar en el tiempo,
continuarían invocando a sus
demonios, aunque sus demonios ya no
anduvieran cerca, ni dentro, ni en los alrededores
de sus miedos. Así
Quevedo tal vez se metería con Góngora aquí, allá, en
Júpiter o en
Mordor, y se reiría de él y, también (queriendo o sin querer), de
sí mismo.
Vivimos en un tiempo
y lugar donde cada cual se cree en posesión de lo
mejor de la esencia moral (o
inmoral) e intelectual (o de la tele actual) y
así nos va, los diálogos suelen
ser monólegos (sí, monólegos) (de los
gorílegos hablaremos otro día) (u otro
milenio) y lo de intercambiar
impresiones, ideas y demás se estila poco
poquísimo, y preguntarle a
alguien Qué tal es preguntarle nada, porque ni
respuesta se espera.
Reyes y reinas de su propia comedia atraviesan el tiempo y
el espacio
pisoteando sus ansias de compartir armonías, dejando atrás aquello
que
un día embelesó sus ojos niños y le hacen, cada día, el mayor de los
favores a un sistema injusto, inhumano y perdido. Pero el espejo ahí está,
siempre en ese cuartito donde suele haber, también, la taza donde hemos
de mediodesnudarnos
(o desnudarnos del todo) (cada cual se enfrenta
a los supremos abismos de la taza
a su manera) y dejar caer nuestras
verdades y nuestras mentiras, nuestras
creaciones más
geniales y, también, los bocetos más vulgares.
Esta creación (o
boceto) (o vulgar viñeta) que traigo hoy ha sido
seleccionada para la
exposición y catálogo del Premio internacional de
humor gráfico “Francisco de
Quevedo”, que este año celebra su primera
edición. Y me pregunto qué pensará la
gente que vea esa exposición, u
hojee ese catálogo, ¿le hará pensar sobre el
humor o la ética o el arte o
el devenir de la humanidad? ¿Le hará gracia el
chiste? ¿Se identificará
con uno u otro personaje? (La taza suprema, no lo
olvidemos, es también
un personaje). No sé, pero me gustaría que alguna de esa
gente girara la
cabeza hacia la persona que tuviera más cerca y, pequeño o
grande,
le hiciera un gesto amable, un gesto de amor. Una pizquita de
comprensión.
¿Que soy un happy
flower, por pensar (y decir) cosas así? Tal vez sí. O tal vez no.