dimecres, 7 d’octubre del 2020

 








—¿Algo más que decir sobre el gremio de publicistas, Cactus?

—¡Sí, Ximo!

—Pero antes piensa que es gente creativa.

—Sí, mucho.

—Y suelen trabajar duro.

—Sí, mucho.

—Y a veces rompen clichés y prejuicios.

—Sí, mucho.

—¿Me estás dando la razón como a los tontos, Cactus?

—¡Sí, Ximo!

—Pues tú también eres un poco tonto, hala.

—¡No!

—¿Cómo que no?

—Yo no soy un poco tonto, Ximo. ¡Yo soy muuuuy tonto!

—Bien dicho, la autocrítica es buena para la salud mental. Pero dime, 
Cactus, ¿tienes algo que añadir sobre la publicidad?

—Sí, Ximo. Tiene corazón.

—¿Quién?

—¡La publicidad, Ximo, la publicidad tiene corazón!

—¡Ah, sí? ¿Y dónde lo tiene, Cactus?

—¡En un lugar del supermercado!

—¿En un lugar del supermercado? ¿Dónde?

—¡En la sección de ultracongelados!

—Ufff… En fin… Estás combativo, ¿eh? Y despierto...

—¡Cierto!

—No como yo, que cada día ando más viejo y adormilado…

—Cierto.

—Tú eres eternamente joven, Cactus.

—Cierto. ¡Yo soy etieeeernamente jooooven!

—Bueno, lo de tiernamente, viniendo de un Cactus, suena un poco raro, ¿no?

—Pues un señor maduro como tú, Ximo, que la pasada primavera cumplió 
medio siglo, tampoco es lo más tierno del mundo.

—Bueno… cambiemos de tema, ¿de qué hablábamos antes?

—¿Antes cuándo, Ximo?

—Antes cuando yo era un jovenzuelo de larga melena y pintaba 
cuadros abstractos y tocaba la guitarra y hacía un fanzine.

—Yo a ese hippy descarriado no lo he conocido, Ximo.

—Eran otros tiempos aquellos, tú ni habías nacido.

—Estos también son otros tiempos. Venga, Ximo, ¡no te pongas melancóñico!

—Vale, pero habla bien, Cactus.

—Es que si hablo bien no soy yo.

—Pues también es verdad.

—Hasta luego, Ximo, que la ternura te acompañe.

—Chao, Cactus, que la púa te acompañe.

—¡Hasta luego, querido y tierno vello púbico! ¡Que la etiernidad os acompañe!

—Se dice querido, tierno y bello público, Cactus.

—Deja ya de rectificarme. Curvifícate, Ximo. ¡Curvifícate!

—Pues también es verdad…