Qué es un chiste
malo y qué es un chiste bueno es una discusión eterna y,
todo hay que decirlo,
muy absurda. Por ejemplo en la Iglesia del Séptimo Chiste
predican que los
chistes buenos son los que obedecen a sus papás y a sus mamás,
y los malos son
los que fuman porros y beben absenta con churros a la hora del
desayuno; y lo
que dice esa u otra iglesia tal vez sea cierto y moralinoso
(moralinoso, sí, es
correctoso), pero también pasa que a veces no sabemos
si es mejor ir al cielo o
al infierno (recuerdo aquella pintada: “Las niñas buenas
van al cielo, las
malas a todas partes”). En fin, preguntaré un día de estos a
la Suprema Autoridad
del Humor si hay canon, o libro de estilo, que nos
ilumine sobre las pautas,
los límites y las sendas del buen reír.
O mejor cambiaré de tema. (O no).
Hace unas semanas vi
una película iraní, Tres caras (Jafar Panahi, 2018),
ambientada en un lugar muy
rural y muy cerrado (también hay lugares muy
rurales y muy abiertos) (existen
allí donde los caminos se cansan de sus prejuicios).
En la peli una joven se
empeña en dedicarse al cine y el lugar entero se
avergüenza de ella y la
reprime. El lugar no quiere evolucionar. Ella sí.
Al lugar se llega por una
carretera estrecha de tierra que no permite la
circulación al mismo tiempo de
dos vehículos en sentidos distintos.
Ella un día coge pico y pala y se pone,
sola, a ampliar la carretera,
porque ve que hay espacio para hacerlo. El lugar,
celoso
garante de las sagradas tradiciones, se lo impide.
De eso trata un
chiste (o una película o un poema o una canción),
de abrir caminos donde la
mayoría cree que no hay. O de ampliarlos.
O de reírnos cuando pensábamos que no
podíamos. Que el chiste sea malo,
o bueno, o peor, ya da un poco igual. Lo
importante es otra cosa.
¿Qué otra cosa? ¡Ah! Yo eso no lo sé. No soy ni profesor ni gurú.
Preguntadle a
Trump. Él, como todos los dictadorzuelos y dictadorzuelas
del mundo, lo sabe
todo. Por eso le haré caso y me inyectaré
lejía en vena para protegerme contra
el coronavirus.
O no. Mejor no lo haré.
Porque los chistes no hay que tomárselos en serio.
No no no.