Eres la mujer más
fuerte de las montañas, aquellas montañas limpias de Rumanía
que esta noche
están todas contigo. Eras muy pequeña cuando viniste a vivir aquí,
a esta
ciudad extraña con tu familia. Tu DNI dice que eres española, no dice que
eres
empleada del hogar sin contrato, y esta tarde un coche de policía nacional
ha
frenado tu vuelta a casa ¿Dónde va? A casa, vengo de ayudar a mi madre con
la
comida, está flojita de ánimo y… Podrías haber dicho la verdad, pero tendrías
que dar demasiadas explicaciones y perderías tu trabajo, y tratas de que la
mentira cuele plantada a dos metros de la portezuela medio abierta, con el
corazón desbocado intentas que tus ojos no delaten lo asustada que estás. Sabes
que con esa gente no has de hacer mala cara, es mejor dialogar, mantenerte
firme
con moderación y voz tranquila, tienen pistolas y uniforme, y tu nombre y
apellidos
te ponen en más desventaja todavía. Y sostienes tu calma mientras aguantas
la humillante reprimenda: Yo también tengo madre, señora, y también es mayor,
pero no voy a su casa para ponerla en peligro, como hace usted, es una
grave
irresponsabilidad, te alecciona la agente, su compañero sale del coche,
parece
que se va a plantar a tu lado pero no, detiene a otro viandante que dice
que
viene del médico, enseña unos papeles y sigue su camino. La policía que tiene
tu DNI recibe el OK de la central, no tienes antecedentes, pero te informa de
que
hay que abrir un expediente sancionador y comienza a apuntar cosas. De vez
en cuando te pregunta algo y tú respondes, y el policía que había salido del
coche
y que ahora está a tu izquierda te dice que el expediente irá a
delegación
de gobierno, ahí decidirán si hay sanción económica o no. Te
despides, ya con
tu DNI en la cartera y preguntándote cómo lo harás al día
siguiente, y aceleras
el paso porque tu calma tiembla y echarías a correr por estas
calles nubladas
y vacías. Te sientes miserable por haber mentido, indefensa y
sospechosa,
pero tú no tienes la culpa de toda esa locura, y te dejas mojar por
la lluvia
que de pronto rompe el silencio y sabes que, a pesar de todo, vas a
conseguirlo.
Esta noche reorganizarás tu pensamiento, hablarás con tu familia y
tu mejor
amiga, y encontraréis una solución. No, no te dejarás arrastrar por la
angustia.
Te querrás y
recordarás a la niña insumisa que repartía semillas de alegría cuando
en casa
todos estaban serios y preocupados, la niña que leía hasta que no podía
más de
sueño y que dormía feliz, la niña que late en la mujer que eres, y te
hace
compañía esta noche, y te acuna en el cobijo de tus montañas.
El niño que late
en mí está de acuerdo contigo: son las
montañas más maravillosas y libres del
universo.
X.S.