Hace unos años, siglos quizá, me contaron el cuento de Alguien que
envió a su pareja a la óptica para que pudiera ver el Love que les unía.
Haced
unas gafas que permitan a mi pareja ver el Love que nos une,
dijo Alguien, y
así se hizo, las gafas se hicieron y su pareja, ya con las
gafas puestas, vio claramente
el Love intenso, apasionado y repleto
de armonía que sentía por la óptica. Y
allí se quedó, en poliamor con
la óptica, con el óptico y con la señora o el
señor de la limpieza, quien
tiernamente limpiaba cada mañana los ojos de la ya
expareja con
mucho mimo y, claro que sí, con muchísimo Love. En el cuento que
me contaron hace unos siglos, milenios quizá, Alguien se entristeció
tanto
tanto que acabó convertido en Nadie, y así, invisible y sin
documentación, recorrió
las calles, las plazas y los bosques, las playas
y los montes, hasta encontrar,
en un pueblito perdido, el Love con los
ojos más bellos que jamás Nadie había
visto. Y aquellos ojos tan bellos
y también tan sabios vieron a Nadie y vieron también el Love y vieron,
en fin, el final feliz de este cuento que,
discretamente, sin desvelar
más secretos, cierra los ojos y dice Colorín Colorado
este cuento ya se ha terminado.