El otro día, hablando con un buzón amigo mío, recordábamos tiempos
pasados que a veces fueron mejores y otras veces no. Estuvimos un
rato
hablando de nuestras penas, de nuestras alegrías, de nuestras
añoranzas y
también de nuestras ñoñerías hasta que un rebaño llenó
toda la calle. Llenaron
tanto la calle, que se nos vaciaron las ganas
de seguir con nuestra charla y
nos despedimos con un abrazo. Siempre
que me despido de él lo hago así, con abrazos,
porque siempre me
queda la duda de si será la última vez que lo veo, ya me pasó
con una
cabina de teléfono, que desapareció junto con otras compañeras suyas
al
tiempo que se multiplicaban los móviles en las pezuñas de los rebaños.
En fin,
sé que el buzón amigo mío tampoco sabe si me volverá a ver, no
solo porque es
muy probable que a él lo arranquen un día de su esquina
querida, sino porque
sabe que los tiempos que corren son también
difíciles para tipos como el que
esto escribe, y sabe que no sería raro
que yo cayera una noche en alguna
alcantarilla del barrio, y allí me
perdiera para siempre, rumbo al mar del que
nadie vuelve. Pero no
nos pongamos tristes, no pensemos en los presentes que
desaparecen,
no pensemos en los libros de papel, vagabundos ya la mayoría,
abandonados
en los rincones de las ciudades o sepultados por las
prisas. O sí, pensemos en
ellos, olvidemos las prisas y pensemos en
los libros que acunaron nuestros
sueños con sus hojas despiertas,
y pensemos también en aquellas cartas escritas
a mano, y en el eco
de un fanzine rebelde, y en el bloc de notas donde alguien
escribió
una poesía para que te encuentres con ella cuando menos te lo esperas.
No, no nos pongamos tristes: vámonos con el buzón a cenar a un
restaurante, y
nos darán una carta, y con suerte nos darán dos cartas,
y cenaremos y cuando
veamos que no podemos pagar, llamaremos a la
cartera, que vendrá a ayudarnos y
pagará la cuenta con cartas llenas de
arte y sobres llenos de páginas en
blanco. Y serán páginas en blanco que
quitarán el dolor, porque sí, porque
saltaremos por encima del rebaño
y llenaremos las páginas en blanco con abrazos
a todo color.