Versión nueva de una viñeta que sombreé hace una docena de años.
Cuando la publiqué hace tantos años no la acompañé
con ninguna reflexión del tipo
"Nótese la absurdez de la escena,
pues bien sabido es que sin luz y
sin cuerpo la sombra no existe, y
por tanto ¿qué hace esa sombra ahí
tan sola?" No, no lo dije entonces.
Y no lo dije porque parte de la
gracia está ahí, en esa absurdez. Pero...
¿quién dice que las sombras
han de estar adscritas siempre a algo?
¿Acaso no pueden vivir por
ellas mismas? ¿Somos en realidad
sombras desesperadas que buscan en la
oscuridad su propio
cuerpo? ¿O su propia luz?
Eso, claro está, nos llevaría a debates filosóficos, físicos cuánticos y
de
todo tipo que me encantaría desarrollar pero no cabrían en estos
mundos tan rápidos y tantas veces tan absurdos de blogs y redes
sociales y
likes y lo ke sea con tal de ganar followers y más
likes y más lo ke
sea.
Así pues, no diré mucho más, que cada cual converse de esto con
quien quiera,
con su propia sombra por ejemplo. O, si tú eres una
sombra aventurera
o eres una sombra de lo que fuiste, también es
buena idea hablar
contigo misma de todas estas cosas.
Yo cerraré este post y hablaré con mi yo, lo cual no querrá decir que
seré
egoísta o egocéntrico, querrá decir que me gusta pensar en mis
luces
y en mis sombras, y también en mi yo y en mis nosotros. Es bueno
hacerlo
de vez en cuando, lo dijo Ana Isabel Méndez: "El yo es quizás lo
más incierto y difícil que nos ha tocado definir [...] Es tarea del
lenguaje
darle forma, y es tarea de la literatura darle abrigo".
Quizá sea esa una buena tarea, narrarnos, a nosotros y a los demás,
y que los
demás se narren también, que hagan también literatura de
sus pensamientos,
sé que no van por ahí los tiros de la mayoría, pero
el camino de nuestras
luces y de nuestras sombras sí va por ahí,
necesitan que los pensemos.
Sí, narrar nuestro caminar, para
no perder eso indefinible y
maravilloso que somos. Para no
borrarnos del mapa con likes muy veloces y muy vacíos.
Para encontrarnos un día por la calle con una sombra
y verla. Y escucharla, aunque solo tenga
en su voz un chiste tonto. O un
pequeño reflejo de sol.