Hace un par de semanas, cuando publiqué la otra viñeta de huevos,
anuncié que pronto haría otra. Y aquí está. En la anterior ocasión
acompañé la viñeta con un breve ensayo sobre el tema de los
encuentros y los
desencuentros y las armonías y las tocadas
de huevos y las asambleas internas y
externas. Hoy soy más breve,
no porque no tenga huevos para decir más, o porque
sea yo un gallina
o una gallo o un lagartijo que por aquí pasaba y que ya se ha
ido. No.
Soy breve porque he quedado dentro de un rato con altas
personalidades
de la alta política y de la alta fabricación
de armas y de la alta mamarrachez
(que al final todo viene
a ser lo mismo). Sí, he quedado con esas elegantes y
sanguinarias
bestias y tengo que preparar unas tartas muy grandes y muy llenas
de nata para estamparlas en sus caras duras en el circo ese tan
estúpido que
tienen montado y ya va siendo hora de poner
una coma o nos quedaremos sin
respiración, bien. No sé cómo
irá la cosa, así que si no me volvéis a ver el
pelo es que morí
en el intento. También puede ser que no llegue a superar la
primera línea de guardaombligos, pero en todo caso me
reiré un rato. Hala,
hasta luego, que se me hace tarde…