dimecres, 19 de gener del 2022





 



Dice Gloria Fuertes que “cuanto más penetramos en el bosque de 
nuestro corazón, más conocemos la selva del corazón de los demás”. 
Y quien ha caminado por el bosque sabe que no se camina solo con la
 cabeza, se camina con todo el cuerpo. Por cierto: caminar es un verbo
 que se parece al verbo comunicar. Y por eso me atrevo a decir que no 
es la comunicación un asunto exclusivo de la intelectualidad más
 cerebral, de hecho una buena comunicación necesita, por decirlo así,
 unas buenas asambleas multiorgánicas. Sí: no se conoce una persona
 bien a sí misma si no se abre a los sentires de las distintas geografías 
de su cuerpo y los integra en sus cavilaciones y en sus decisiones. Y
 tampoco las personas van a comunicarse bien entre ellas si no existe 
esa sensibilidad que armonice las múltiples perspectivas que 
habitan ahí en el interior de cada ser.

¿Y por qué digo esto tan serio ahora, junto a una viñeta 
de huevos parlantes y sin salsa chistosa que lo suavice? Pues 
porque el humor, el buen humor, necesita esa armonía, esas asambleas
 internas y esas asambleas interpersonales, para surgir y expresarse. 
Y porque “todos tenemos un poco de esa bella locura que nos 
mantiene andando, cuando todo alrededor es tan 
insanamente cuerdo” (lo dice Julio Cortázar).

Y diré más, ya que estoy metido en harina: es asunto y es
 responsabilidad de cada quien cómo afrontar cada nueva situación, 
cada nuevo encuentro o desencuentro, no tenemos por qué plegarnos 
a las directrices de un gurú o de una alta autoridad, y es que ya lo dice
 Marguerite Yourcenar: “Una parte de cada vida, y aun de cada vida
 insignificante, transcurre buscando las razones de ser, los puntos 
de partida, las fuentes”. Resumiendo lo que intento decir: 
Podemos conformarnos y sostener una realidad esclava, 
engañosa y yerma, o crear una realidad 
libre, clara y también yema.

Y terminaría esta apología sobre los huevos de la gente 
(o sobre sus ovarios, que para el caso es lo mismo) con un chiste
 gallináceo, pero mejor publicaré otro día una viñeta sobre ese tema.
 Prefiero terminar con una apología libertaria y citar a Errico Malatesta:
 “Anarquista es, por definición, aquel que no quiere estar oprimido y no
 quiere ser opresor; aquel que quiere el máximo bienestar, la máxima
 libertad, el máximo desarrollo posible para todos los seres humanos”.