Dice Gloria Fuertes que “cuanto más penetramos en el bosque
de
nuestro corazón, más conocemos la selva del corazón de los demás”.
Y quien
ha caminado por el bosque sabe que no se camina solo con la
cabeza, se camina
con todo el cuerpo. Por cierto: caminar es un verbo
que se parece al verbo
comunicar. Y por eso me atrevo a decir que no
es la comunicación un asunto
exclusivo de la intelectualidad más
cerebral, de hecho una buena comunicación
necesita, por decirlo así,
unas buenas asambleas multiorgánicas. Sí: no se
conoce una persona
bien a sí misma si no se abre a los sentires de las distintas
geografías
de su cuerpo y los integra en sus cavilaciones y en sus decisiones. Y
tampoco las personas van a comunicarse bien entre ellas si no existe
esa
sensibilidad que armonice las múltiples perspectivas que
habitan ahí en el
interior de cada ser.
¿Y por qué digo esto tan serio ahora, junto a una viñeta
de
huevos parlantes y sin salsa chistosa que lo suavice? Pues
porque el humor, el
buen humor, necesita esa armonía, esas asambleas
internas y esas asambleas
interpersonales, para surgir y expresarse.
Y porque “todos tenemos un poco de
esa bella locura que nos
mantiene andando, cuando todo alrededor es tan
insanamente cuerdo” (lo dice Julio Cortázar).
Y diré más, ya que estoy metido en harina: es asunto y es
responsabilidad de cada quien cómo afrontar cada nueva situación,
cada nuevo
encuentro o desencuentro, no tenemos por qué plegarnos
a las directrices de un
gurú o de una alta autoridad, y es que ya lo dice
Marguerite Yourcenar: “Una
parte de cada vida, y aun de cada vida
insignificante, transcurre buscando las
razones de ser, los puntos
de partida, las fuentes”. Resumiendo lo que intento
decir:
Podemos conformarnos y sostener una realidad esclava,
engañosa y yerma,
o crear una realidad
libre, clara y también yema.
Y terminaría esta apología sobre los huevos de la gente
(o
sobre sus ovarios, que para el caso es lo mismo) con un chiste
gallináceo, pero
mejor publicaré otro día una viñeta sobre ese tema.
Prefiero terminar con una
apología libertaria y citar a Errico Malatesta:
“Anarquista es, por definición,
aquel que no quiere estar oprimido y no
quiere ser opresor; aquel que quiere el
máximo bienestar, la máxima
libertad, el máximo desarrollo posible para todos
los seres humanos”.