Cuando María me encargó CUATRO tazas, lo primero que pensé
es que mi prima (María es
mi prima) se había vuelto tazapatómana.
La tazapatomanía es, para quien no haya
estudiado como yo en la
Facultad Compulsiva de Ciencias de la Adicción, algo
parecido a
la ludopatía pero en tazas. Bien, hecho el apunte académico, el caso
es que después de mirarla con cara de extremada (y atontada)
preocupación
durante CUATRO horas, CUARENTA minutos y
CUATROCIENTOS segundos, descubrí que
mi prima no tenía
ningún problema, que el problema lo tenía yo, por
malpensadópata,
y que las CUATRO tazas eran para su familia, y que yo debía
ponerme en marcha YA y trazar un plan de poesía gráfica
YA para estar a la
altura de su generosa demanda YA.
Y
así lo hice, me puse en marcha y manché unos cuantos folios
con lapiceros (los
lapiceros, por cierto, no se pueden contar
en plan uno, dos, tres, cuatro,
cinco, seis… porque, ya se sabe,
son lapi ceros) (sí, es un chiste malo y
facilón) (lo sé)
(pero no lo borro) (ni lo burro) (ahí se queda).
Y después de algunas manchas quijotescas encontré, en algún rincón de
los folios, unas cuantas pistas que me llevaron, por fin, a lo que os
estaba contando, a las CUATRO tazas para la familia de María.
Y aquí las
tenéis, instaladas en su hábitat natural y rodeadas de
hogareñas solrisas (sí,
solrisas) (las solrisas no son muy
académicas, pero son muy luminosas) y, también, vigiladas
por alguna que otra duendecilla traviesa.
Gracias,
María, por la confianza. Y ahora que falta poco para tu cumple:
Que cumplas
muchas alegrías más, tan bien acompañada
como estás y con tanta sabiduría como
siempre :-)
Las fotazas son de Mónica :-)