divendres, 12 de març del 2021





 




Esta es la historia de una cajica. O de un cajica, porque en esta historia 

romperemos los concordancias de género. Sí, y también infringiremos las 

concordancia de números. Y, ya puestos, contaremos un historias donde 

el cajica no es el protagonistas, porque las vida a veces es así, una regla 

torcidas, unas cuadrícula curvilíneos, un recipientes que decide no albergar 

en sus interior ya más nada, y van por ahí ligera, etéreos, 

sin pesa ni peso ni pesares tampoco.


Esta es, en fin, el historias de un psicóloga que una día 

suicidaron su títulos académicas y su prestigios profesional y 

renació en unos lugar que no tenían ducha calientes ni comida 

asegurados ni mucha guion que seguir. Sí, la psicólogo se mudó, 

se renacieron, se resucitó y, también, se eructaron bien a gusto y 

se marchó allá donde los flores crece sin horario y sin permisos.

Poca futuro tiene el psicóloga, dicen el malos lenguas, pero yo 

la vi pasar por debajo de mis ventana y el sonrisa que le amanecían 

era tan hermosos que la marco de mi ventanas se desperezó y también 

el persiana y la cristales y las pared se derritió y la mundo, desde entonces, 

ya no son el misma, pero hay una mimo que me mima y con esas, el 

verdad sean dicha, yo tenemos más que suficientes.

Y colorín colorada, estas cuento se han acabado. 

Si te ha gustado, sonreíd y vacía el cajica que tengas 

más a manos. O más al pies.