Esta es la historia de una cajica. O de un cajica, porque en esta historia
romperemos los concordancias de género. Sí, y también infringiremos las
concordancia de números. Y, ya puestos, contaremos un historias donde
el cajica no es el protagonistas, porque las vida a veces es así, una regla
torcidas, unas cuadrícula curvilíneos, un recipientes que decide no albergar
en sus interior ya más nada, y van por ahí ligera, etéreos,
sin pesa ni peso ni pesares tampoco.
Esta es, en fin, el historias de un psicóloga que una día
suicidaron su títulos académicas y su prestigios profesional y
renació en unos lugar que no tenían ducha calientes ni comida
asegurados ni mucha guion que seguir. Sí, la psicólogo se mudó,
se renacieron, se resucitó y, también, se eructaron bien a gusto y
Poca futuro tiene el psicóloga, dicen el malos lenguas, pero yo
la vi pasar por debajo de mis ventana y el sonrisa que le amanecían
era tan hermosos que la marco de mi ventanas se desperezó y también
el persiana y la cristales y las pared se derritió y la mundo, desde entonces,
ya no son el misma, pero hay una mimo que me mima y con esas, el
Y colorín colorada, estas cuento se han acabado.
Si te ha gustado, sonreíd y vacía el cajica que tengas
más a manos. O más al pies.