A Segismundo le pasa que le confunden con otro.
Con otro (acaso un rey) que no es él. Por suerte no
le pasa siempre, sería invivible para Segismundo que
todo el mundo confundiera su bohemia bondad con
bobería real. No, eso solo le ocurre con alguna gente,
alguna gente que mazmorrea su bondad (mazmorrea
de mazmorra, no de gonorrea) (gonorrea es una
enfermedad venérea que se contagia si no te pones
gorra en tus relaciones de índole sexual). Pues eso,
que los entes mazmorreadores se encuentran con
el bueno de Segis y quieren, en nombre de la ley,
engañarle como se legañan a sí mismos (legañar es un
verbo) (un verbo que va por la vida sin acabar de
despertar), o quieren maltratarle y despreciarle, también
en nombre de la ley, como hacen con sus propias vidas.
Pero no. Esa ley no es su ley, ni ayer lo hizo, ni hoy lo
hace, ni mañana lo hará: tampoco mañana Segis renunciará
a su corazón ni a su inteligencia. Ahí donde lo ves es experto
en eso de bailar con lo bueno y escurrirse con elegancia
de lo mulo (mulo es un sustantivo que significa
cozchunga perochunga chunga).
Y si es experto en esta materia es porque sabe que
para ser buena persona y en el intento no morir, es mejor
ser siempre aprendiz, aunque en algunas cositas sea ya
un maestro el presunto rey: Dice Segis que ser contumaz
en el aprendiceje (sí, aprendiceje) es el eje de una vida
sana y sudorable (hay que saber sudar) (ya lo decía santa
Rita: amiguita amiguita, lo que se suda no se enquista).
Así pues, el vagabundo Segismundo va así como soñando,
pero despierto. Así como muriendo, pero viviendo. Así
como si la vida fuera sueño, pero no pesadilla. Porque…
¿Qué es la vida? Una infusión, una broma, una fricción, y
el mayor y más grande rey es solo un virus con corona (o
viceversa). Porque… ¿Qué es la vida? Un frenesí, que
soñado con pereza, sin pensar y sin sentir, es un triste y
ñoño sueño, y ya se sabe (y aquí llega la conclusión) que
los sueños, así soñados, poco más que legañas son.
- Ximo Segarra -
)) Ey! Ey! Sigue vivo ((