No hace mucho surgió
la polémica de si un plátano pegado con cinta adhesiva en
la pared es arte o
no. ¿Arte conceptual? ¿Caquita, sin más? Para mí el debate no
está ahí (que
cada cual entienda por arte lo que le dé la gana, hay quien a la comida
rápida
la denomina comida y hay quien a eso lo llama ¡brooughhoorrrk’ascooo…!),
el
tema es qué precio le ponen al tema. Que alguien pida, yo qué sé, 250.000
euros
por un vaso de agua es, por más reflexión teórica que añadan, un
intento de
fraude, artístico o no, pero intento de fraude.
Me encanta el
expresionismo abstracto, también Kandinsky, mucho más que un
paisaje
hiperrealista o un cuadro de Velázquez. Pero eso es cuestión de gustos, y
no
voy a entrar en eso, la cuestión de fondo, si hablamos de grandes sumas de
dinero, está en lo que se paga por según qué cosas y lo que se paga por según
qué otras. ¿Cuánto cobra una gran estrella del deporte hoy día? ¿O una cantante
súper famosa y súper de moda? ¿Cuánto cobra la persona que transportó aquel
plátano del mercado de abastos a la frutería? ¿Cuánto el agricultor? ¿Cuánto
gana
la camarera que sirve las copas en la inauguración de la más exclusiva y
vanguardista galería? ¿Cuánto vale la creatividad de miles y miles de artistas
que no encuentran siquiera un mínimo espacio donde ganarse el pan y el techo?
Que vivimos en una
injusticia social cotidiana ya lo sabe hasta el más tonto del
barrio. Que la
mayoría no busca alternativas más justas y sostenibles, también.
Visto lo
visto, lo más fácil es ni pensarlo ni sentirlo. Lo más fácil es despreciar,
por
ejemplo, la vida de aquel animal que tuvo una vida de mierda para
que un
consumidor de mierda se coma un menú de mierda en un local
muy de moda y muy,
también, de mierda.
O quizá eso no es lo
más fácil, quizá esa actitud es la que lo embrolla todo y hace
de la vida, y
del arte, un lugar feo y fraudulento (o fraudurápido) (hasta luego)
(otro día
diré cosas más divertidas) (hoy no tengo tiempo) (hoy he de llevar un
camión de
estiércol a un huerto) (o mejor lo descargaré en la jeta del dueño de
una
cadena de supermercados) (ay… eso sí sería una auténtica obra de arte)
X.S.