No es que ella tuviera un problema
de memoria, ella más bien
tenía un problema, o un
acierto, de prioridades: nunca tenía tiempo para quedar
con él. Él se
conformaba con verla un par de veces a la semana, ella no
necesitaba más
que verle dos o tres veces al año, y lo que más me sorprendió
cuando les conocí
es que la relación, así, les funcionaba. Peor que mejor, pero
les funcionaba.
Hasta que dejó de funcionar: hace poco supe que ya no son
pareja. Ahora él
es mucho más feliz. Y ella de vez en cuando se pregunta quién
es ese tipo
tan amable que cuida de su hija fin de semana sí fin de semana no y
alguna tarde entre semana; está por decirle que se lleve a la cría
a vivir siempre
con él, porque ella, con ver a su hija dos o tres
veces al año, estaría más que
encantada. Y diría yo para
terminar algo en plan moraleja, pero no me apetece,
o
será que hay historias que no necesitan más
historias: con verlas o leerlas
una
vez ya hay más
que suficiente.
(La viñeta es versión nueva de una que hice hace unos años)