dijous, 6 de maig del 2021





 





Y por fin volvíamos a la normalidad. Poco a poco volvíamos a ver las 
bibliotecas otra vez llenas, a pleno horario, de noche y de día. Y la gente,
 alegre y curiosa, leía y hablaba de filosofía y de ciencias y de la vida
 mientras reía o escuchaba en las terrazas y en las plazas, con seriedad 
o con sonrisa, la radio que contaba la historia nuestra y la de otros
 lugares, remotos o cercanos. Y las personitas más pequeñitas jugaban
 en la calle, sin miedo porque, ya se sabe, los coches no van con prisas 
y saben respetar, también, el caminar y el dialogar peatonal.

Y así era como volvíamos a ella, a la normalidad, sabiendo que cada 
quien tiene la suya propia, y que nadie ha de imponerle nada a nadie, 
ni con violencia ni intimidación. Por eso cuando por la calle veíamos a 
un rey cualquiera, lo devolvíamos al zoológico, o al museo. Y cuando
 veíamos a un equipo de fútbol (o de lo que fuera) de hiperliga, lo
 aplaudíamos, porque nos hacían disfrutar y porque sabíamos que 
cada jugadora o jugador cobraba, como nosotras, el salario 
mínimo necesario, o quizá un aplauso o dos más.

Y, ya digo, después de todo lo sufrido, volvíamos a ella, agradecidas 
a las farmacéuticas altruistas, que solo habían cobrado los costes
 mínimos por las vacunas, y no se habían quedado ni con un mísero
 beneficio, y las investigadoras y científicos y médicos y todo 
el personal implicado en nuestra salud volvían a vivir, como era 
merecido y natural, bien, sin presiones ni estreses ni abandonos.

Y era así, la normalidad volvía sin contaminación, porque las fábricas 
y las industrias todas, ya se sabe, no sirven si nos roban salud, por eso
 era bonito ver a la gente en los bares bebiendo agua sana, porque los
 acuíferos, públicos todos, privado ninguno, eran mimados y disfrutados.
 Y las personas volvían conscientes de la importancia del aprender y 
del pensar, del leer y del crear, y por eso caminar por la calle 
volvía a ser, otra vez, fuente de sabiduría y de paz.

Y era así ella, no había problema ninguno si eras mujer o marciano o 
si eras rica o pobre, porque ya sabíamos de antes de la pandemia que 
las pirámides sociales eran horribles epidemias y por eso no 
había ni ricos ni pobres, había ese regalo tan cotidiano 
mundano de la justicia social.

Y era así, lo que tanta gente quiso o no quiso imaginar. Era así la 
vuelta a la normalidad un día cualquiera de mayo, de un siglo o 
de un mundo más perdido que encontrado.