Mucho caradura, poca diversión, decía la canción o si no lo decía
lo digo yo. Poca diversión y poca paz. Los y las caraduras de alto standing
se hinchan y se hinchan como aquel señor glotón de "El sentido de la vida"
de Monty Python y explotan dejándolo todo hecho un desastre. Lo
sorprendente es que a los y las caraduras de alto éxito se les
considera altamente inteligentes, sí, es curiosa esa identificación
entre éxito personal y mucho acumular. Esos bichos lideran el
crecimiento insostenible hasta el punto que ya conocemos,
un punto muy muy chungo. Pero no lo ven ni lo quieren ver,
les ciega ese acumular mucho muchísimo, mucho oro o
mucho dinero o muchas propiedades o muchos títulos
de campeonato, de liga, de copa o de grand slam o de
trajes caros o de cirugías estéticas o de lo que
se ponga por delante. Y en ese mundo vivimos,
un mundo tonto y más bien feote donde por
suerte todavía hay, en algunas ventanas,
repintadas o no, bombardeadas o no,
acristaladas o no, gente que ni
es caradura ni se traga las
(sin)razones de los más
convincentes caraduras.
Hasta luego, caritas de lluvia y sol, me voy a ver
llover, que por aquí eso no suele suceder y
además de momento no pasan factura
por gozar de tan grato espectáculo.