Imaginemos una montaña verde y soleada, ahí caminamos ahora
entre vacas que pastan. Yo soy un cabrito que habla y os cuento que
fue en China,
en el siglo X, donde surgieron las primeras versiones de
eso que hoy llamamos
vacuna, aunque el término vacuna ―el cabrito se
sube a una roca grande para
explicar esto― tiene su origen en la viruela
de las vacas, la cual comenzó a
usarse con éxito en Europa contra la
viruela humana en el siglo XVIII. Ahora
saltaré grácilmente de la roca al
suelo y diré: Las vacunas son un buen
invento, salvan vidas. Mis patitas
al saltar se hunden en una boñiga de vaca
recién horneada pero yo,
digno y tozudo, me salgo de la tarta de chocolate y
continúo: La salud,
mercantilizada por grandes empresas farmacéuticas, no es
salud, es
enfermedad crónica ―ahora me sumerjo en un riachuelo y me quito
los
restos de tarta y digo―: Ese mercado antepone sus beneficios a
nuestra salud, y
con las vacunas en tiempos de pandemia se están
maquillando con oro macizo la
cara tan dura que tienen.
El cabrito Ximo sale del riachuelo, ya limpito y aseado, y
se sube
a un risco. El sol que tengo detrás recorta en el cielo mi figura (y me
recorta un poco las puntas) (y me hace la pedicura) (y me suena los
mocos) (qué
bonito y detallista es el sol) y le cedo la palabra a la cabrita
Marie: “Nada
en la vida debe ser temido, solamente comprendido. Ahora
es el momento de
comprender más y temer menos”. Marie Curie,
ahora ya hablando en se rio, fue
una conocida locutora de
radio que trabajó toda su vida en Radio Actividad FM
y
también en Radio Nacional de Polonio.
Ya el sol comienza a ponerse cuando el cabrito os dice
que
el miedo machacón que emiten los miedos de comunicación
nos empuja a la prisa
compulsiva y a la nula reflexión, en cambio la
comprensión de la que habla la
cabrita Marie florece lejos de ese
bombardeo rutinario: la comprensión florece
en la paz, en el
querernos, en la solidaridad y en el esfuerzo diario.
Anochece y el cabrito se duerme y no ve que la cabrita baja
del monte
al pueblo con un megáfono en una patita y proclama desvergonzada:
¡Aplaudamos a nuestra gente de la sanidad pública, claro que sí! ¡Pero
hagamos
más! ¡Unámonos a sus reivindicaciones, porque su salud es
la nuestra! ¡Cabritos
y cabritas del mundo, uníos contra los cabrones
y las cabronas que nos
enferman! Y antes de desaparecer en la
noche, la cabrita Marie te guiña un ojo
y le da un beso
al rincón más alegre de tu sistema inmune.