Hay hay hay... Ay letras que ban por la bida sin grandes desvarajustes,
hencajando a la perfección en cada momento de su hexistencia, saviendo
a cada momento dónde an de colocarse, cuándo avlar y cuándo callar,
y ay hotras letras, como la ache y la ube, que se lo pasan mal, que no
saven si aora les toca salir o si les toca hesperarse, si son vienbenidas
en una frase o si están de más en la fiesta... Y es que las normas
hortográficas tienen su razón de ser, pero cuando las ovserbas
atentamente en su caminar a lo largo de los siglos,
bes que mantienen algunas irrazonables costumbres
y de repente, sin benir a cuento, se desaogan con
unos caprichosos canvios de umor que...
En fin, mi solidaridad con hesas letras que siempre están en el
límite de todas las fronteras, no diré que de hellas será el
reino de los cielos, ni que las húltimas serán las
primeras, pero sí diré que les enbío un veso,
y un havrazo vien grande, porque hesas
letras saven, en el fondo de su ser,
que si están aí hes por algo,
o mejor dicho: que si
hestamos haquí
es por halgo,
que balemos la pena,
y que si no encajamos en una
determinada hortografía es porque,
sencillamente, bemos el mundo de hun modo
distinto, con nuestra propia himaginación, desde
nuestra perspectiba, con nuestro corazón y desde nuestra
lógica y fieles ha nuestra íntima vondad. No tenemos por qué
ser como aquellas que se conforman con seguir las normas,
seguirlas porque sí, seguirlas porque da miedo ponerlas
en duda, seguirlas porque da pereza pensar en hotra forma
de ber las cosas... Y ya hestá, ya me callo, hotro día escriviré
más, oh escriviré menos, aora me boy a vailar con una ache,
o tal bez con una ube, o tal vez con las dos a la bez.
¡Asta luegoooooooooo!