“Quien no ama siempre tiene la razón, es lo único que tiene”.
Antonio Gala
Fue una ratita filósofa que vivía en una lejana ermita quien me contó el
cuento de ella. Ella era un chiste, un chiste de los buenos y
elegantes,
aunque había quienes opinaban a la contra y la tildaban de chiste
malo
o chiste guarro del que reírse un rato. Y también la ratita me contó el
cuento de él. Él era también un chiste, un chiste cualquiera, un chiste de
esos
que un día se engancha en una alambrada de la frontera, y al día
siguiente amanece
con las verdades deshilachadas y ridículos
inconfesables colgados en la punta
de la lengua.
Eran, siguió contando la ratita filósofa, dos pobres chistes tristes que
comían trinos en un tribunal. Porque allí se conocieron, en un
tribunal
repleto de pajaritos y pajaritas que, por hacer la gracia, se hacían
caquitas y pipitos en la sala de lo pañal. Y fue allí, bajo el chirimiri
semisólido y cantarín, donde tuvo lugar el primer duelo de egos. El ego
de ella
se deslizó por el ombligo de la cintura, bailó un grácil arabesco
siguiendo los
acordes de A las barricadas en versión Backstreet Boys
y miró de frente al ego
de él, que disfrazado de legionario romano,
defendía a Britney Spears con un
enérgico y libertario claqué. La batalla
fue, a partir de aquella primera vez, un
drama sinfónico para piano y
trombón, toda orquestación era poca con tal de
disimular el chiste
desenlazado que anidaba en cada corazón. Era así: el ego de
ella y el
ego de él trataban de enterrar, allá en el fondo de cada aviso de
cardiopatía,
a la niña y al niño que se morían, por lo bajini, de risa.
Y aquí la ratita se calló y no me quiso contar más. Yo me enfurruñé,
pero era una ratita tozuda y yo me enfadé tanto que la ataqué,
le
dije que era una amargada, que por qué ella, una ratita así tan
en la flor de
la vida, vivía encerrada en aquella ermita tan lejana y
solitaria, sin siquiera
un mal amante que le alegrara las sábanas
y las noches. ¿Por qué? Exclamé. ¿Por
qué? Y la ratita filósofa
me contestó enseguida, con picarona vocecita: Porque
yo siempre estoy filosofando un ratito.
Y filosofando filosofando, este chiste ya se ha puesto
colorado.