Hace unas semanas vi a un gluten caminando por la calle, no iba solo,
iba con su novia y discutían. Al pasar a su lado él me miró mal.
Oye
―me dijo―, no mires a mi novia. ¿Por qué? ―dije yo. Y él
respondió―: Porque
tengo celiacos de ti. Y nada más, el gluten
se marchó con su novia, yo me
marché conmigo mismo y esta mañana
me he enterado de que la novia ha cortado la
relación y ahora es feliz
consigo misma. Al egocéntrico del gluten no lo he
vuelto a ver, dicen
que está haciendo terapia dentro de una tarta de chocolate
sin azúcar,
pero también dicen que se ha enamorado de un bocadillo de tortilla
de
patatas sin huevo y sin patatas, en cualquier caso ya no está por el
barrio
y eso es bien. En fin, después de una historia así me consuela
saber que no
todos los glútenes son iguales, es verdad que en la vida
a veces nos
encontramos con gente que no es trigo limpio, pero también
es verdad que hay
mariposas lindas volando en los parques y pececitos
lindos buceando en los
estanques, y el amor es la mar de bonito cuando
no se pesca ni se enlata. Por
cierto, ya para terminar, ¿sabéis
por qué las barras de pan no saben nadar? Yo
sí lo sé: ¡Porque
las barras de pan hacen glu gluten! :-D ¡Hasta luego!