dimecres, 17 de maig del 2023





 



Nadie se salva, ni la persona más racional y ultralógica, de ser absurda algunas
 veces. ¿Pero qué hacer cuando compruebas una y otra vez que la sociedad
 entera en la que vives, desde los cimientos hasta la azotea, es absurda? 
Absurda y, como decía D. H. Lawrence en “El amante de Lady Chatterley”,
 ridícula: “En realidad, todo era un poco ridículo, cuando no muy ridículo. 
No cabía la menor duda de que un punto ridículo había en todo lo que 
estuviera relacionado con el ejercicio de la autoridad, fuere el Ejército, 
el Gobierno, o la Universidad. Y mientras las clases dirigentes 
tuvieran pretensiones de gobernar, también serían ridículas.”