divendres, 5 de maig del 2023





 


Los pasos de peatones (también llamados pasos de cebra) (yo así los llamo) 
(no siempre me responden) son puntos de encuentro. La mayoría de las veces
 suceden ahí encuentros amables y respetuosos, pero a veces no. De normal la
 gente sabe tratarse bien, incluso a veces se saludan, pero tú, yo, aquel o aquella
 puede dar fe de algún que otro encuentro (o encontronazo) desagradable. Y sí,
 ya se sabe que no vemos igual esos lugares cuando somos peatones que cuando
 conducimos, y más cuando las prisas (esas hienas al volante) suelen
 obsesionarse con la meta y borrar el camino, o la calle, o la avenida, 
o la cebra que está ahí pastando recién llegada de Zambia. En todo caso, 
hace años que tengo claro, cuando conduzco, que estoy manejando una masa 
que pesa una tonelada (o dos), y eso me obliga a una responsabilidad extra:
 quien es más vulnerable y frágil siempre es el peatón. En fin, dentro de un rato
 saldré a caminar, y con un poco de suerte solo seré una cebra grácil, vigorosa y
 elegante. Hará calor en la sabana mediterránea y quizá me cruzaré con algún
 chulito disfrazado de león que se creerá más fuerte y más rápido y más rugiente
 que nadie, pero yo me aliaré con la brisa marina y más que trotar flotaré por
 encima del asfalto, soñando con un camino libre donde las noticias no ensalzan 
a campeones que arrollan a sus rivales. Y cuando baje de nuevo al suelo, si el
 chulito sigue ahí, le daré una coz. ¡Hasta luego, cebras salvajes! Por cierto,
 ¿sabéis qué le dice un ñu a otro ñu en un paso de cebra? 
¡Decídmelo, decídmelo, porque yo ñu lo sé!