Y montaría yo ahora un cuento con las piezas de un personaje acabado
(y despistado) y con las piezas de un personaje recién empezado (y
enfadado), dos personajes que descubrirían a lo largo (y ancho)
del cuento que
son el mismo personaje, un personaje protagonista
sumergido en ese vaivén en el
que todas las personas andamos
(o navegamos) (o buceamos), ese vaivén con
principios, con finales
y con infinitas maneras de montar (o remontar) nuestras
vidas.
Pero no montaré (ni cabalgaré) ese cuento, ni tampoco abriré (ni
cerraré) más paréntesis, solo añadiré lo que dijo Eduardo Galeano:
“Somos
libres de inventarnos a nosotros mismos. Somos libres de ser
lo que se nos
ocurra ser. El destino es un espacio abierto y para llenarlo
como se debe hay
que pelear a brazo partido contra el quieto mundo
de la muerte y la obediencia
y las putas prohibiciones”.