Hay un apasionado debate en nuestra sociedad sobre qué diferencia
hay entre un refrán y una frase hecha. No hay conversación que no
incluya, de un modo u otro, esa inquietud, y es una inquietud que se
palpa en
los bares, en las calles e incluso en las alcantarillas, donde
ratas y
cucarachas se reúnen en tertulias para hablar del tema.
Es tal la intensidad de
los debates, que mucha gente no puede dormir,
y miles de almas en pena se
despiertan por las noches para preguntarle
a su pareja o a su soledad qué
opinaba al respecto Miguel de Cervantes
o Ana María Matute. Incluso los
cementerios bullen de preguntas y
respuestas sin fin, y los nichos se pasan a
escondidas unos a otros
diccionarios etimológicos de la lengua castellana, y
organizan eventos
donde acuden personalidades expertas en estas cuestiones como
María
Moliner o Menéndez Pidal. Y daría yo ahora mi opinión sobre el tema, y
más después de la acalorada discusión que tuve la otra noche con Lola
Flores
sobre filología comparada, mientras ella y yo bailábamos hasta el
amanecer a
lomos de un corcel que ella se inventó, pero si soy honesto
es un tema este que
no me interesa. Y además no me importa. Y además
está de más lo que opinen los
demás o tú o yo. Y me tengo que ir, que ya
llego tarde y el tiempo vuela sin
alas y a buenas horas mangas verdes.
Hasta luego, y buen provecho, y por
cierto, no olvidéis lo que dice el
refranero: Cada almeja con su pareja, ¿o era
cada fresa? Sí, cada fresa
con su flan, era el reflán. Sed felices. O, si no lo
sois, no paséis mucha
sed, y si la tristeza os abunda el alma, recordad que no
hay daño que
no tenga apaño. Aunque esta semana haya muerto Antonio Escohotado,
y Pablo Milanés, y Rosarito, que seguramente no es vuestra vecina pero
sí es la
mía. Descansen en la claridad mental, y en la música abrazadora,
y en las risas
limpias que supieron dar tantas y tantas veces. Hasta
luego, corazones y flanes
de la pradera, nos vemos en los cielos y
en las tierras, en las lluvias y en
los vientos. Nos vemos en las
fresas que nacen noche y día en nuestros
corazones.