dijous, 17 de novembre del 2022






 




EL MUNDIAL DE CATAR Y LOS ESTÚPIDOS VELOS

Que la pelotita no te impida ver el horror que ordena y manda en ese
 lugar tan lleno de millones de dineros (como siempre, muchos millones
 de dineros para unos pocos) y de jeques anclados en tiempos tristes y
 ajados para la mayoría de sus súbditos (y para las súbditas, mucho
 peor). Todo les vale a esos entes podridos de dinero, incluida la muerte
 de miles de trabajadores (digamos esclavos, será más exacto)
 extranjeros, con tal de que los estadios y demás infraestructuras estén
 listas para la gloria televisada a todo color, a todo streaming y a toda
 gloria de esos multimillonarios egocéntricos que son, no lo olvidemos,
 muchos de los futbolistas participantes. No es la primera vez que sucede
 algo así, ya en la Argentina que sufrió la dictadura de Videla y sus
 compinches se celebró un mundial de fútbol, mientras miles de personas
 desaparecían o eran torturadas o asesinadas o todo a la vez. Y hay más
 ejemplos, y más contradicciones sangrantes de una civilización que se
 autodenomina democrática pero que en realidad no lo es tanto, lo es 
más bien poco y para disfrute pleno de unas miserables minorías. 
¿Que a Rusia se le ha impedido jugar el mundial por la guerra que 
Putin se ha sacado de su bilis y de sus cajones testiculares? Me parece
 muy bien y aplaudo ese veto, pero miremos por ejemplo a Arabia Saudí,
 ese otro reino gobernado por machotes con una servilleta en la cabeza
 que ordenan por ejemplo (solo es un ejemplo) el descuartizamiento de
 un periodista crítico como Jamal Khashoggi. Arabia Saudita jugará el
 mundial, el mundial de, recordemos Catar, ese lugar conde cantar está
 permitido, pero según quién seas y según qué cantes. Y si seguimos
 tirando del hilo acabaremos deshilachando alguna túnica real o algún
 traje presidencial... O algunos cimientos de nuestros propios lugares,
 nuestros propios esquemas mentales, tan griegos y tan romanos, tan
 basados todavía en el culto al campeón, al ganador, al rico, al 
poderoso... Culto, en definitiva, a la injusticia. Otra cosa 
necesitamos desde hace siglos, otra cosa más libertaria, 
más inteligente, más amorosa y, sí, 
mucho más divertida.