EL MUNDIAL DE CATAR Y LOS ESTÚPIDOS VELOS
Que la pelotita no te impida ver el horror que ordena y manda en ese
lugar tan lleno de millones de dineros (como siempre, muchos
millones
de dineros para unos pocos) y de jeques anclados en tiempos tristes y
ajados para la mayoría de sus súbditos (y para las súbditas, mucho
peor). Todo
les vale a esos entes podridos de dinero, incluida la muerte
de miles de
trabajadores (digamos esclavos, será más exacto)
extranjeros, con tal de que
los estadios y demás infraestructuras estén
listas para la gloria televisada a
todo color, a todo streaming y a toda
gloria de esos multimillonarios
egocéntricos que son, no lo olvidemos,
muchos de los futbolistas participantes.
No es la primera vez que sucede
algo así, ya en la Argentina que sufrió la
dictadura de Videla y sus
compinches se celebró un mundial de fútbol, mientras
miles de personas
desaparecían o eran torturadas o asesinadas o todo a la vez.
Y hay más
ejemplos, y más contradicciones sangrantes de una civilización que se
autodenomina democrática pero que en realidad no lo es tanto, lo es
más bien
poco y para disfrute pleno de unas miserables minorías.
¿Que a Rusia se le ha
impedido jugar el mundial por la guerra que
Putin se ha sacado de su bilis y de
sus cajones testiculares? Me parece
muy bien y aplaudo ese veto, pero miremos
por ejemplo a Arabia Saudí,
ese otro reino gobernado por machotes con una
servilleta en la cabeza
que ordenan por ejemplo (solo es un ejemplo) el
descuartizamiento de
un periodista crítico como Jamal Khashoggi. Arabia Saudita
jugará el
mundial, el mundial de, recordemos Catar, ese lugar conde cantar está
permitido, pero según quién seas y según qué cantes. Y si seguimos
tirando del
hilo acabaremos deshilachando alguna túnica real o algún
traje presidencial...
O algunos cimientos de nuestros propios lugares,
nuestros propios esquemas
mentales, tan griegos y tan romanos, tan
basados todavía en el culto al
campeón, al ganador, al rico, al
poderoso... Culto, en definitiva, a la
injusticia. Otra cosa
necesitamos desde hace siglos, otra cosa más libertaria,
más inteligente, más amorosa y, sí,
mucho más divertida.