dimarts, 7 de juliol del 2020











El sindicato de enfermería SATSE denuncia el cierre de 7.000 camas hospitalarias 
este verano en todo el Estado español: “No creemos que se deban cerrar camas. 
Es más, deben permanecer abiertas”. “La pandemia ha disparado las listas de espera 
y se debe aprovechar que hay pequeños brotes para quitarlas”. 

Los últimos días se están sucediendo las protestas de personal sanitario, y más que 
habrá, pues no estamos viendo que el sistema cambie, ni que se pongan en marcha 
las estructuras necesarias para afrontar no solo una posible nueva pandemia o 
cualquier otra emergencia, también los muchos otros problemas de salud que 
hay que atender. Tampoco es una sorpresa, ¿verdad?, que las cumbres del poder 
sigan a lo suyo, ni que buena parte de la población siga con la conciencia en “stand 
by”, pero no es buena táctica mirar hacia arriba a ver si por casualidad llueve 
solidaridad, justicia, igualdad, fraternidad, porque de normal lo que suele pasar 
es que llueve sobre mojado, y lo que llueve no es agua clara y limpia. Esperando 
no es como han conseguido las sociedades humanas evolucionar a mejor. Ya lo 
decíamos hace años, aquello de “Que no, que no nos representan”, y no, 
no lo hacían entonces y tampoco lo hacen ahora, ni lo harán nunca, 
porque la democracia representativa tiene eso, que no es directa, 
que quienes nos prometían que lo iban a cambiar todo no cambian más que 
pequeños detalles, y se apoltronan en su sillón de mandar, o en su santa ambición 
política y de estatus social. Santa ambición, que no sana. Porque esta sociedad no 
está sana, y si hay que empezar por algún lado a curarla, la sanidad pública es 
un buen lugar. Un lugar como otro cualquiera. Y este es un buen momento. 
Un momento como otro cualquiera. Porque cualquier momento 
es bueno para crecer como sociedad, como personas. 

¿O es que lo único que podemos hacer las personas es cumplir las normas que 
nos vienen desde arriba? ¿Solo podemos obedecer sin rechistar? ¿Y esperar a que, otra 
vez, el señorísimo presidente o la excelentísima autoridad de turno nos diga qué 
debemos hacer? Más nos vale no limitarnos hasta ese punto, 
porque nos va la dignidad, y la vida, en ello.