Un país con tanto recorte acaba convertido en un Eduardo Manostijeras desquiciado
que no duda en recortarse a sí mismo. Aunque... por fortuna aún no nos hemos acostumbrado,
a tantos recortes sociales. Todavía hay quien expresa su indignación con una canción, o un artículo,
o una viñeta, o un comentario, o una conversación... y así percibimos que no todo el mundo se ha
sometido a la verdad oficial, esa que habla de que la recuperación económica y el equilibrio
social ya están aquí, y de qué bonita es la leche semidesnatada cuando está
social ya están aquí, y de qué bonita es la leche semidesnatada cuando está
semidesmerengada. Sí, expresar nuestro malestar es, muchas veces, el
único rincón de resistencia que nos queda, la última esperanza que
nos impide caer en el silencio cómplice, o en la charlatanería
conformista. Poder expresar cómo nos sentimos y qué
pensamos ante el abuso de poder y el robo descarado
es, muchas otras veces, el inicio del último
(o penúltimo) gesto de rebelión.
Y pienso que la libertad de expresión es, en toda
comunidad humana, un bien social más. Sí, uno más, y ni más ni menos
que el derecho a la educación, a la sanidad, a la vida digna... Defendámosla, pues,
que cada cual se arme con su criterio propio y defendámosla, a la libertad, y
tendamos puentes que crucen los abismos que nos separan... o
que cada cual se arme con su criterio propio y defendámosla, a la libertad, y
tendamos puentes que crucen los abismos que nos separan... o
construyámosla, la libertad de vivir en paz, construyámosla
si ya no la podemos reconocer tras tanto tris tras,
tras tanto recorte cruel... ¿Cómo? Creándola.
Porque la cultura, la dignidad, la existencia
misma... todo eso se defiende creándolo,
haciéndolo, dejándolo fluir... Nosotr@s
decidimos, si ante tanta amenaza y
tanta represión agachamos la
cabeza por miedo puro y
duro...
o la levantamos.
O la levantamos por alegría pura y dura.