"Ver lo que está delante de nuestros ojos
requiere un esfuerzo constante."
George Orwell
EN OCASiONES
Me gusta el paisaje que se ve desde el tejado de mi casa, quizá porque
con la costumbre le he cogido cariño, o porque todavía veo ahí (aunque ya
no está) aquel mural pintado en colores vivos donde árboles, regaderas, bicicletas,
flores, personas... jugaban a ser felices. Ahora solo hay paredes, ventanas, antenas,
lotes de líneas rectas que no impiden a alguna palmera asomar su cabecita...
No son unas vistas maravillosas, pero es el paisaje que se ve desde el
tejado de mi casa, y sí, le he cogido cariño... y me gusta.
Tal vez alguien, desde alguna ventana vecina, me haya
integrado en su paisaje y, como aquel niño de aquella película de
miedo, le diga a su psicólogo: "En ocasiones veo muertos." Y es que sí,
tal vez ya solo sea eso yo: un fantasma que flota en los tejados
de mi ciudad soñando que aún sigue vivo...
Pero en ocasiones como hoy amanezco y miro
por la ventana y la vista se me llena de árboles de verdad,
un pequeño parque donde también hay sitio para que una adolescente
juegue a solas a baloncesto. Lleva ahí un buen rato, lanza, falla, va a buscar
la pelota, tira otra vez, falla, hace gestos de rabia con la cabeza, tira, mira
esperanzada, falla otra vez... Busca la pelota, se resigna, se relaja,
lanza, y la pelota entra... Y lanzará más, y luego llegarán otras
3 chavalas, y tirarán cada una con su pelota a la misma
canasta hasta acabar juntándose para jugar un
minipartido... y así pasará ella la mañana,
debatiéndose entre el calor que sube
y sus aciertos, y los fallos y los
aciertos de las demás...
Hay veces que me canso de intentarlo,
miro atrás y no comprendo cómo no fui capaz de
ver aquella jugada, cómo mis manos no dieron con la
postura adecuada, cómo es posible que mi voz no supiera
decir, o no supiera callar... Y sí, aprendí a intentarlo una y otra
vez, a exigirme hasta la extenuación y a escribir y a borrar y a volver
a escribir. A veces meto alguna canasta. A veces, incluso, meto
varias canastas seguidas. A veces, también, siento que estoy
en un equipo, y que nos coordinamos bien...
Pero de normal soy como la mayoría:
entrenamos y entrenamos y entrenamos hasta
darnos cuenta de que nunca llegaremos a
ser un Pau Gasol, y entonces...
ser un Pau Gasol, y entonces...
Entonces es cuando
me enfado conmigo, y con
el equipo, y con las rectas, y con
las curvas, y busco encestarme en un
pozo bien hondo donde nadie pueda encontrar
mis ridículos ahogos... Sí. Entonces es cuando me
enfado contigo. Y contigo. Y contigo también.
O entonces es cuando recuerdo que hay que
seguir entrenando, el corazón, la mente, el cuerpo,
la vida. Seguir en la pista, entre los árboles, para saltar
hacia el cielo y aterrizar firme en el suelo. Sí, seguir
intentándolo. No perder la nueva oportunidad.
Porque la canasta vuelve a estar
ahí, mirándome.
Y con un poco de suerte ella
no se irá, como la otra vez, antes de
que yo encuentre la manera de pintar en
su mirada un brote de felicidad.
Porque en ocasiones veo vidas.
En ocasiones las veo.
Ximo Segarra