dijous, 7 de gener del 2021

 







La primera viñeta del año acapunuevo no está inspirada en lo que 
está sucediendo en los U.S.A. (me refiero al asalto al Capitolio y cosas por 
el estilo). O por lo menos no está inspirada solo en eso. Quiero decir que, por 
más insólito y sorprendente que parezca lo de Estados Unidos, no lo es tanto: 
la historia de los países del mundo está llena de asaltos al poder, 
revueltas, grandes sucesos memorables o no tan memorables 
e infinidad de guerras, civiles o viles o ambas cosas a la vez.

En eso no son muy originales los Estadios Unidios, ya hubo un gran 
imperio, el romano, que no se hundió de la noche a la mañana ni de la 
mañana a la noche ni de la hora de almorzar a la hora de la siesta, 
no no no. Le costó lo suyo: su esplendor y sus grandes conflictos 
internos convivieron durante siglos hasta que, lentamente, se fue 
todo a la Cloaca Máxima. Y es que Roma tenía sus perezas y sus 
procrastinaciones (no en vano sus fundadores legendarios fueron Rómulo 
y Rémolon), y se hundió así, a su ritmo, remoloneando y hacia Belén 
va una mula, rin, rin, yo me remendaba yo me Rin tin tin… (aquí poned 
la música que os apetezca, yo os recomiendo Deutschland, de Rammstein, 
o si preferís algo más fuerte, poned su versión más brutal: El baile de 
los pajaritos, de María Jesús y su acordeón)

En fin, después de este apunte tan académico, serio y rigurosisísimo, he
de volver a lo que intentaba decir al principio: que la viñeta de hoy está
 inspirada en cantidad de hechos insólitos y sorprendentes (y también 
históricos, claro que sí) que suceden cada día, muchos de los cuales no
 merecen atención mediática pero que son todos ellos conformadores de
 la realidad donde vivimos. Una realidad donde las ignorancias se imponen 
con demasiada frecuencia a las inteligencias. Pero de eso no hablaré yo, que 
hablen los expertos, que para eso les pagan. Yo solo soy un tonto payaso
 desempleado y me voy ya raudo y veloz a mi planeta.

Sí sí sí, allá que me voy. Allí siempre hay una respuesta amable o, 
cuando no la hay, hay por lo menos una sonrisa. Una sonrisa que 
me hace sentir en paz conmigo mismo (y conmigo mimo, también).