dijous, 14 de gener del 2021





 




Cuando suenan las voces de las sirenas más tontas y crueles del barrio, 
tenemos ganas de decir Id a buscar a los malos de verdad, a los ladrones 
armados y a los ladrones de guante blanco, id a buscar al rey y a su corte
 de parlamentarios acomodados. Dejad en paz a ese hombre, que se 
olvidó de coger la mascarilla porque todavía no sabe dónde poner el 
cáncer que se llevó a su compañero, sin poder cogerle las manos ni las 
lágrimas aquel día cuando un hospital inundado de protocolos se lo tragó, 
y no lo volvió a ver vivo nunca más. ¿No veis que os contesta así, huraño,
 porque en el fondo lo que quiere es acabar con todo? Él no tiene la pistola 
que tenéis vosotros, ni la placa ni la porra, ahora él solo tiene la rabia 
envolviéndole el corazón, y también tiene unas lágrimas que 
no sacará nunca ante vosotros, fríos cumplidores 
de una ley carente de amor.

Id a buscar a los asesinos de verdad, a los acaparadores, a las voces 
de ese amo que nos encierra y nos entierra y nos destroza cada día un 
poco más. El miedo se adueña palmo a palmo de las calles y las cubre de 
hielo, y no es novedad, solo pasa que le están dando una vuelta de tuerca 
más, y una tropa de mercenarios nos vigila para que no nos salgamos del
 redil. Es verdad que alguno no puede más con su uniforme, que le quema 
tanto frío en la piel, pero cobran por eso, y obedecen esas órdenes 
que son cada hora más insanas, cada minuto más crueles, 
cada segundo más tontas.