dilluns, 26 de juliol del 2021






 



Un señor me dijo una vez que él era muy crítico con el actual sistema
 socioeconómico, tan capitalista y tan competitivo, pero que no le tocaran
 los huevos olímpicos, porque eran muy potitos y muy tal y muy cual, y
 que le daban un color especial al verano (o al invierno, digo yo) (también
 hay huevos olímpicos en invierno) (y en primavera) (y en otoño) (es así:
 la obsesión por demostrarle al mundo que los huevos propios son más
 grandiosos que los huevos ajenos es cosa que se da en todas las
 estaciones y en todas las semanas y en todos los días y en todas las
 horas y en todos los minutos y en todos los putos segundos) 
(los putos segundos van tan rápido porque quieren 
siempre ser los putos primeros en todo) (sí sí sí).

Pues eso, os decía antes de zambullirme (en el gran océano de 
los paréntesis) que un señor me dijo una vez algo sobre los 
huevos olímpicos, pero no añadiré ya más nada, porque lo que 
yo quería ya desde el principio es acabar esta magnífica reflexión 
(digna sin duda de una medagallina de oro) (o dos, venga, dos
 medagallinas del loro pa’mí) con la mejor manera de 
acabarla, es decir: acabándola. Hasta luego 😊