Estos días hay muchas manifestaciones y jaleos en las calles porque se
ve que han detenido a
un malvado. Sí, digámoslo claro: es un malvado
y un corrupto y pertenece,
además, a una dinastía que ha mandado
mucho a lo largo y ancho de la historia
de las españas. Yo me alegro
de que hayan detenido y encarcelado por fin al rey
Juan Carlos I, que
lo hayan ido a buscar a los palacios de las arabias malditas
y esté
condenado a chuparse unos años de prisión, que ya era hora. Y es por
eso
que ahora salen a protestar los monárquicos y los ultraderechosos
y los
militares nostálgicos de franquismos pasados, y causan graves
destrozos y van
fusilando a gente en los muros, en las
cunetas y en las cunas de las rojas españas.
O no. Quizá me
equivoco y no ha pasado eso…
Tal vez el rey campechano sigue con sus amiguis,
esos que
asesinaron y descuartizaron al periodista Khashoggi, esos que
consideran
que las mujeres son impuras y se merecen unos derechos de mierda.
Sí, es cierto, me equivoco, el rey emérito sigue de fiesta y los noticiarios
siguen a lo suyo, contando una realidad fantasiosa donde los reyes y las
reinas
y las cortes miserables son lo mejor del mundo mundial. Y nos
cuentan también
un cuento de hadas donde los malos somos nosotros,
y las culpables somos
nosotras, las personas que escribimos, o que
cantamos, o que dibujamos al rey
vestido con sus corruptelas de siempre.
En fin, ya se sabe:
el malo, según la verdad oficial, siempre es el pueblo,
el pueblo recortado,
amordazado, maltratado, muchas veces resignado
y pocas veces enfadado. Y quizá
diga yo estas cosas porque soy un puto
rojo o un anarquista desacompasado. O
porque soy un humorista gráfico
cualquiera y a eso se dedican los humoristas y
gente así marginal y tal:
a decir ocurrencias, tontunas, nimiedades,
cantamañanadas,
santurronadas idealizadas, cosas minúsculas como libertad pablo
hasél, o llibertat presos polítics, o democracia real, ¡ya!... Cosas así,
cosas
que no son cosas. Son anhelos, y son verdad de la verdulería:
verdad sin privilegios
ni injusticia insocial enquistada.
Verdad nutritiva. Verdad de la buena porque
no te
va a dar porrazos si no te la crees.
Verdad sin más.
Y verdad sin menos.