dijous, 18 de febrer del 2021





 


Estos días hay muchas manifestaciones y jaleos en las calles porque se 
ve que han detenido a un malvado. Sí, digámoslo claro: es un malvado 
y un corrupto y pertenece, además, a una dinastía que ha mandado 
mucho a lo largo y ancho de la historia de las españas. Yo me alegro 
de que hayan detenido y encarcelado por fin al rey Juan Carlos I, que 
lo hayan ido a buscar a los palacios de las arabias malditas y esté 
condenado a chuparse unos años de prisión, que ya era hora. Y es por 
eso que ahora salen a protestar los monárquicos y los ultraderechosos 
y los militares nostálgicos de franquismos pasados, y causan graves 
destrozos y van fusilando a gente en los muros, en las 
cunetas y en las cunas de las rojas españas. 

O no. Quizá me equivoco y no ha pasado eso… 
Tal vez el rey campechano sigue con sus amiguis, esos que 
asesinaron y descuartizaron al periodista Khashoggi, esos que consideran 
que las mujeres son impuras y se merecen unos derechos de mierda. 
Sí, es cierto, me equivoco, el rey emérito sigue de fiesta y los noticiarios 
siguen a lo suyo, contando una realidad fantasiosa donde los reyes y las 
reinas y las cortes miserables son lo mejor del mundo mundial. Y nos 
cuentan también un cuento de hadas donde los malos somos nosotros, 
y las culpables somos nosotras, las personas que escribimos, o que 
cantamos, o que dibujamos al rey vestido con sus corruptelas de siempre.

En fin, ya se sabe: el malo, según la verdad oficial, siempre es el pueblo, 
el pueblo recortado, amordazado, maltratado, muchas veces resignado 
y pocas veces enfadado. Y quizá diga yo estas cosas porque soy un puto 
rojo o un anarquista desacompasado. O porque soy un humorista gráfico 
cualquiera y a eso se dedican los humoristas y gente así marginal y tal: 
a decir ocurrencias, tontunas, nimiedades, cantamañanadas, 
santurronadas idealizadas, cosas minúsculas como libertad pablo 
hasél, o llibertat presos polítics, o democracia real, ¡ya!... Cosas así, 
cosas que no son cosas. Son anhelos, y son verdad de la verdulería: 
verdad sin privilegios ni injusticia insocial enquistada. 
Verdad nutritiva. Verdad de la buena porque no te 
va a dar porrazos si no te la crees. 
Verdad sin más. 
Y verdad sin menos.