Ella se marchó de su
lado, liberada por fin de un bucle de esos que
no dejan sentir, ni tampoco
imaginar aunque sea un borroso horizonte alegre.
Ella me contó que se había
enamorado de alguien hermoso a quien el tiempo le huía
insatisfecho, alguien de
fresca y elegante belleza y poseedor de elaboradas miradas,
miradas pasmadas que
simulaban inocentes orgías existenciales.
Él se ensimismaba
incluso con las amantes más bellas y entregadas, se dejaba hacer
y alguna que
otra vez hasta ensayaba con ellas uno o dos postureos excitantes, que
había
aprendido con desgana y que siempre tenían el efecto de estimular más entrega
ajena y más placer propio. Si alguna le reclamaba más pasión, más iniciativa y
más
amor, era experto en hacerse el ofendido, y soltaba aquello de que el amor
no es una transacción comercial, no hay que medir lo que se da ni
lo que se
recibe. Lo importante es la ilusión, decía.
Jugueteaba sin
implicarse, para olvidar quizá durante un instante
que la belleza se le pudría
en el vacío de su egocéntrico infinito.
Una de sus ocupaciones favoritas era
especular con las esperanzas
de las demás, y luego vestirse y alejarse para
disfrutar de exquisiteces
literarias, filosóficas y musicales que le hacían sentir
especial y afortunado.
En sus noches más extremas desvestía su crueldad con sutil
y calculada
indiferencia. Esa es, decía él, la forma más elaborada de ser
bello:
a la manera poderosa de los dioses.
Y no diremos su nombre,
porque podríamos decir muchos nombres,
y él podría ser una mujer, o podría ser
mucho más que un hombre o
una mujer: una alta clase social, o un altar
religioso o, quién sabe,
una ignorancia disfrazada de palabras rimbombantes.
Ella, sonriendo todavía
con cierta tristeza, terminó así su breve relato:
O quizá él es un lindo ser
que pisa fuerte para que nadie le pise a él, y así,
pisotón a pisotón, va camino
de convertirse en un boleto de lotería arrugado
y feo, mentiroso y frío. Una
combinación del azar que algún día
alguien tendrá la suerte, o la desgracia, de
ganar.
Ximo Segarra
(Cuentos
de cuando el sexo pudo razonar, 6)