diumenge, 1 de desembre del 2019
















Corre porque sabe que la represión no tarda en venir cuando salimos a la calle a decir que ya vale, 
sueltan a los perros de la porra cuando salimos con nuestros sueños para decir que son nuestros, 
y que los vamos a defender por eso mismo, porque son nuestros, no de una minoría sola. Corre 
después de pintar en el cielo un arco iris en blanco y negro, porque es pobre y los colores se los 
robaron en el último desahucio, y cuando llega a la barca donde duerme suelta amarras y 
se mete bien adentro del mar, y lo acaricia con los remos porque él o ella —no sabemos ni nos 
importa saber cuál es su sexo— se ha colado dentro del pijama del océano, y le da masajes 
gratis al cuerpo húmedo que se arquea gimiendo. 

Gime, el agua del mundo, para darle la bienvenida a este horizonte de placer y, todo hay que decirlo, 
porque le duele el mundo. A ella, al agua, le entran los desiertos con cada humano derecho que 
se arrodilla cuando se lo ordenan. La barca es frágil, lo sabes tú y lo sé yo, y lo de darle 
masajes gratis al agua del mundo no está bien visto y suele estar perseguido por los 
sacerdotes de la iglesia, de la banca y del estado violento. 

Pero la barca insumisa no naufraga ni aun con el orgasmo más desbordante de todos los océanos 
juntos, no hay frigidez que reprima la fusión de la piel entregada al universo amante. Eso lo sabe 
la bruja o el brujo que se ríe en su barquita de las prohibiciones que dictan las leyes inhumanas. 
Aunque lleven milenios persiguiendo, encarcelando y linchando en la plaza pública a gente como él o 
ella, ahí está: desnuda sus ganas de vivir para que pese menos el lastre de las mentiras, esas cadenas. 

Sigue aquí, esta barquita en calma que hoy le hizo el amor al agua del mundo. No sé si lo escuchas, 
pero del fondo marino surge el ritmo alegre de un tambor multicolor que dice 
Seguimos aquí, Somos los hijos de la madre tierra, 
Somos las hijas del padre océano, 
Y nuestro tambor de paz no va a callar, 
Nunca.







-Ximo Segarra- 


(Cuentos de cuando el sexo pudo razonar, 5)