Los payasos son divertidos. Es aliviador y es salud reírse de lo que
hacen y dicen
los payasos y las payasas. Y como son gente agradecida saludan al
terminar la función,
y aplaudimos y se van a descansar y cobran —o deberían
hacerlo— por su trabajo y, ya
digo, es bonito y da alegría. Algún día, cuando
el orden establecido sea orden feliz y
plural y comprensivo —no como ahora, que
es una grande y engreída y asfixiante
cloaca—, nos reiremos de las
trascendentales ocurrencias de esa siempre superior
y nunca suficientemente cacareada fauna: Los animalotes de la Moncloa —con su
patético presidente a la cabeza—, las celebridades de la scary movie más
horripilante y monárquica —agarradas al trono de la Zarzuela—, los
teleñecos de la Justicia Miopísima —Rompetechos es un lince en
comparación—, los aprendices de Chiquito de
la Calzada —ahí dirigiendo a los principalísimos partidísimos
politiquísimos, nunca llegarán a la altura de las suelas del
maestro—, los aposentadísimos gurús de la tele —todo por
la fría audiencia, y nada por la risueña inteligencia—, la
beneficiadísima banca —siempre contando el mismo
chiste—, la hilarantísima élite empresarial de este
santísimo y también payasísimo país… Y no pasará
nada por reírnos de sus bobadas, esos y esas
profesionales de la monumental cagada nos
saludarán con una reverencia y cobrarán su sueldo
mínimo interprofesional y aquí paz y después gloria. Y no se
ofenderán por lo que un insignificante payaso desquiciado —como este
que esto escribe— les diga o les ría, ni meterán a otros payasos en la cárcel
por querer independizarse de su excelentísima y pisoteable autoridad.
Ni lanzarán a los payasos antidisturbios para aporrear a esta o aquella
manifestación payasil. No, no lo harán, no se esconderán tras la
violencia del Gran Circo del Estado porque serán, por fin,
simpáticos payasos, llenos de sabia y generosa empatía.
y nunca suficientemente cacareada fauna: Los animalotes de la Moncloa —con su
patético presidente a la cabeza—, las celebridades de la scary movie más
horripilante y monárquica —agarradas al trono de la Zarzuela—, los
teleñecos de la Justicia Miopísima —Rompetechos es un lince en
comparación—, los aprendices de Chiquito de
la Calzada —ahí dirigiendo a los principalísimos partidísimos
politiquísimos, nunca llegarán a la altura de las suelas del
maestro—, los aposentadísimos gurús de la tele —todo por
la fría audiencia, y nada por la risueña inteligencia—, la
beneficiadísima banca —siempre contando el mismo
chiste—, la hilarantísima élite empresarial de este
santísimo y también payasísimo país… Y no pasará
nada por reírnos de sus bobadas, esos y esas
profesionales de la monumental cagada nos
saludarán con una reverencia y cobrarán su sueldo
mínimo interprofesional y aquí paz y después gloria. Y no se
ofenderán por lo que un insignificante payaso desquiciado —como este
que esto escribe— les diga o les ría, ni meterán a otros payasos en la cárcel
por querer independizarse de su excelentísima y pisoteable autoridad.
Ni lanzarán a los payasos antidisturbios para aporrear a esta o aquella
manifestación payasil. No, no lo harán, no se esconderán tras la
violencia del Gran Circo del Estado porque serán, por fin,
simpáticos payasos, llenos de sabia y generosa empatía.
Payasos de verdad que habrán superado ya de una
vez por todas eso que ahora son: unos miserables,
inútiles, estúpidos y tristes payasos.
vez por todas eso que ahora son: unos miserables,
inútiles, estúpidos y tristes payasos.
-Ximo Segarra-