Él votó que no en el referéndum del 1 de octubre,
ella votó que sí.
Y nadie les va a romper la paz infinita que sienten cuando
caminan juntas
entre banderas esteladas, lazos amarillos y miles de personas
que son, también,
gent de pau. Se retirarán pronto, la ancianidad es lo que
tiene, que caminar
se puede, pero llega un momento que la cama es lo que más
apetece.
Y el sexo, que a esta pareja eso le apetece todas las noches.
Se desvisten en silencio,
en la penumbra cómplice, no muy lejos se oyen
sirenas y gritos y arrastrar de
vallas y contenedores. La violencia sofisticada y
presuntamente legal del
Tribunal Supremo contra los presos políticos, la violencia
airada, estéril y
estéticamente estúpida de algunos manifestantes que lanzan cócteles
molotov en
calles cercanas, las pelotas de goma, los atropellos sádicos de alguna furgoneta
antidisturbios, las cargas brutales de la Policía Nacional y de la Guardia
Civil hace ahora
dos años contra votantes desarmados… Todo eso no está en el
país soñado por estas dos personas
que ahora se exploran con calmada
excitación. Son sabias queriéndose, llevándose a las puertas
del orgasmo,
retirándose un poco para deleitarse en la húmeda lengua que asoma entre los
labios abiertos, acogiendo con la piel entregada el inocente palpitar que al
momento siguiente
lo pide todo y se deja penetrar de nuevo, y envolverse otra
vez. Y nadie diría que a esta
edad dos personas puedan hacer brotar ríos así,
chapotear así, como dos adolescentes que
se encuentran por primera vez con su
propio orgasmo y se olvidan de cómo era
su cara que ahora se desencaja, se
descoloca y al final, muy lentamente,
se relaja y se reúne con la noche amorosa
de Barcelona.
Fuera arde un árbol y
algún que otro coche, y los voceros de la violencia
tratarán de contagiar a los
amantes. Será inútil, él y ella mañana volverán a
salir y defenderán, con sus
pasos, la existencia de un país hermoso y valiente
que bien podría llamarse
Catalunya. Porque él, ahora, ya votaría sí en el
referéndum, porque él, con
ella, mañana buscará la manera de replantar un
árbol en alguna montaña, en
algún valle, donde sea, pero lo harán.
Sin esperar a que una Autoridad que
todavía anda soñando los
monstruos de la sinrazón despierte. Él y ella ya saben
soñar
como sueña la buena gente, aprendieron paso a paso
a regar y cuidar
aquello que aman.
-Ximo Segarra –
(Cuentos
de cuando el sexo pudo razonar -2)